La geopolítica parece
un término proscrito solo a la academia y ciertos círculos, cuando realmente
tiene una vigencia e importancia inusitada, más ahora con las posiciones arbitrarias
en materia comercial suscitadas por el señor Trump, que recuerdan cierto
autoritarismo en materia internacional, además del desconocimiento absoluto de
acuerdos multilaterales y bilaterales. Las variables que definían la
geopolítica con la globalización pareciera que son cosa del pasado, de la política entreguerras: “Donde el término “política” es la variable
dependiente, y se define en función de los factores geográficos del Estado”. Nada
más contrario a la realidad. Al principio el señor presidente de la nación más
poderosa del mundo mantenía al mundo en una incertidumbre comercial, pues en
materia política ya había mostrado sus dientes y su infranqueable
irresponsabilidad: Siria, Corea del norte Israel, para sólo citar algunos casos.
Ahora ha tomado decisiones en materia comercial de la más absoluta
irresponsabilidad, casi temerarias. Los impuestos al acero, irrespetando los
acuerdos comerciales, contra México, Canadá, Europa y China, han suscitado todo
tipo de reacciones. En una revista Española de geopolítica me encontré con
preguntas sobre Trump que tienen una vigencia inusitada: “¿Recuperará EE. UU.
su espíritu fundacional de liderazgo en el orden mundial? ¿Influirá en las
elecciones europeas y del resto del mundo la irrupción de un populista en el
Gobierno estadounidense? ¿Cómo cambiará la administración Trump el equilibrio
de fuerzas en América Latina? ¿Acabarán las precariedades sociales de los
países Latinoamericanos gracias a la amenaza de no prolongación del TLCAN?
¿Encontrará Latinoamérica alternativas para dinamizar su crecimiento,
transformar su estructura productiva, etc. sin dejar de lado los retos
sociales? ¿Quién pagará el precio de la nueva política en torno a “make America
great again”? ¿La nueva situación traerá el despertar de una sociedad pasiva?”[1].
El señor Trump es una pena para su nación y el mundo, a la vez muestra cierta
irracionalidad, que entre otras cosas tiene una gran aceptación en su país,
irracionalidad que nos recuerda al fascismo en su mejor efervescencia histórica,
tiene ´pueblo. Recordemos que el 23 de enero de este año, al poco de tomar
posesión de su cargo, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, firmó
una orden ejecutiva disponiendo la salida inmediata de su país del Tratado de
Libre Comercio Transpacífico de Cooperación (TPP) y la renegociación del que
EE. UU. mantenía con Canadá y México, conocido como NAFTA –por sus siglas en
inglés– cuya vigencia comenzó en 1994. Se implementó definitivamente un
proteccionismo descarado en la nación del norte, con total desconocimiento del
derecho internacional y de los tratados multilaterales. Latinoamérica sufrió
por más de 10 años los embates que impusieron la apertura, la globalización
comercial, el grado cero de aranceles,
presión hecha por los asesores americanos, los técnicos de la escuela de
Chicago, del Fondo Monetario Internacional y del Banco mundial ahora de manera
dictatorial, todo parece caerse, sin preguntar, sin anestesia, sin contexto teórico
que por lo menos nos convenza, es una decisión arbitraría desde donde se le
mire. Abortó todas las decisiones de Obama, al unísono de unos áulicos, está
acabando con el orden mundial, por lo menos en materia comercial.
[1]
José Antonio Llorente. https://www.revista-uno.com/wp-content/uploads/2017/07/Boletin_UNO_numero_28_ipad_07.pdf
No hay comentarios.:
Publicar un comentario