La óptica de la historia
depende del interlocutor que la interprete, por eso es imposible tener algún texto
canónico del pasado. Ahora hay algunas visiones de nuestros orígenes que
realmente sorprenden por su originalidad y por su capacidad de crear nuevas
maneras de entender nuestro presente. Yoval Noah Harari entre otros, con su
texto “De animales a dioses”, constituye un ejemplo emblemático de estos
cambios de tercio.
“Hace unos 13.500 millones
de años, materia, energía, tiempo y espacio tuvieron su origen en lo que se
conoce como Big Bang. El relato de estas características fundamentales del
universo se llama física.
Unos 300.000 millones de
años después de su aparición materia y energía empezaron conglutinarse en
estructuras complejas, llamadas átomos, que después se combinaron en moléculas,
el relato de los átomos, las moléculas y sus interacciones se llama química.
Hace 3800 millones de años,
en un planeta llamado tierra, determinadas moléculas se combinaron para formar
estructuras particularmente grandes e intrincadas llamadas organismos. El
relato de los organismos se llama biología.
Hace 70.000 millones de
años, organismos pertenecientes a la especie Homos Sapiens, empezaron a formar
estructuras todavía más complejas llamadas culturas. El desarrollo subsiguiente
de las culturas se llama historia.”
El autor señala tres
revoluciones que configuran la historia humana:
1.- La revolución cognitiva
que marco el inicio de la historia hace 70.000 años.
2.- La revolución agrícola que
la aceleró hace unos 12.000 millones.
3.- Y la revolución científica
que la se puso en marcha hace tan solo 500 años.
A partir de este esquema
realiza una de las historias más originales que rompe muchos paradigmas, esa
historia lineal y épica puesta en cuestión por la escuela Francesa, parece quedar atrás,
por lo menos en la óptica de este joven Israelí, Expresa con mucha inteligencia y originalidad: “La historia
del hombre es la de un inventor de ficciones”.
Ernest Alost, del periódico
“Ocio y Cultura” público una entrevista al autor que me parece importante traer
a colación:
-¿Qué sentido tiene cada
uno de los dos títulos?
--Originalmente el título
era De animales a dioses. Intenté resumir en él toda la
historia de la humanidad. Empezamos hace 70.000 años como animales, no muy
diferentes a otros animales. Y nos hemos desarrollado hasta una situación en la
que estamos a punto de convertirnos en dioses. Y esto no es una metáfora,
literalmente estamos adquiriendo capacidades que tradicionalmente eran
consideradas poderes divinos, como crear vida y modificar nuestros cuerpos y
mentes. Pero cuando lo publicamos en inglés, el editor propuso Sapiens, que
es más breve y más sexy. Y también es un buen título porque refleja de qué
trata el libro: sobre el homo sapiens. Es la historia de toda la especie. Y
también nos da una idea de la relación entre la historia y la biología.
.
-¿Hasta qué punto se puede
resumir la historia de una humanidad en una idea tan general?
-Tenemos tres revoluciones,
la cognitiva, que transformó hace 70.000 años a un animal africano poco
relevante en la fuerza más potente del Planeta. Después la agrícola, otro paso
enorme. Y después la científica, que puede acabar dando a los hombres esas facultades
divinas. El hilo común es el aumento continuo del poder, de transformar el
entorno y a sí mismo, y que ese poder es muy difícil traducirlo en felicidad.
-Dice que la fuerza motriz
fue, primero, la capacidad de cotillear. Y después, de inventar historias.
-Son dos facultades
relacionadas. Cotillear te permite crear sociedades de 150 o 200 individuos.
Para crear grandes redes de cooperación política, la clave es la imaginación,
la capacidad de crear y difundir ficciones. Realidades que existen porque
nosotros nos las inventamos. El poder se basa en la ficción: la religión,
evidentemente, pero también la economía y la política. La nación es una
ficción. El dinero también. Pero sirve para que personas que no se conocen
colaboren, porque ambas creen en una misma historia. Dos chimpancés de grupos
distintos no sabrán intercambiar un plátano y un coco. Nosotros sí sabemos
cambiar un trozo de papel en el que ambos creemos por una botella de agua.
-Para usted, todo son
religiones...
-El capitalismo es también
una religión. Y la más exitosa de la historia. Es la única religión en la que
creen casi todas las personas del mundo. No estoy diciendo que sea un engaño.
Son realidades que funcionan de verdad porque crean confianza y permiten
cooperar. Cuando todo el mundo confía en las mismas historias puedes construir
catedrales, hospitales o ir a una cruzada.
-Reducir a ficciones
conceptos como la libertad, la igualdad, la opresión... ¿No puede llevar a un
relativismo moral peligroso?
-No, si no olvidamos que la
única realidad es el sufrimiento. Y su reverso, la felicidad. Muchas veces
estas ficciones esconden la realidad del sufrimiento de nuestros ojos. Eso es
moralmente peligroso. Cuando una nación se embarca en una guerra, la nación es
una ficción pero el sufrimiento es real y no lo tenemos que olvidar. El
sufrimiento de humanos y otros animales sí es real. Ante esa realidad tenemos
un compromiso ético.
-¿El éxito de su libro se
debe a que ofrece una narración coherente cuando justo lo que necesitamos que
den sentido a lo que nos sucede?
-En las últimas décadas la
posmodernidad deconstruyó las viejas narrativas. El nacionalismo, las
religiones tradicionales... Y eso ha dejado a la gente vacía en un mundo
confuso.
-Pues su planteamiento
parece más bien posmoderno. Defiende que solo existen construcciones mentales,
repudia la historiografía marxista o liberal...
-No soy un posmoderno
típico. Porque no comparto esa oposición a las grandes narrativas. Yo construyo
una gran narrativa, creo en su poder. Y pienso que no todo son ficciones e
imágenes: hay esa realidad real, la del sufrimiento. Si tomas la revolución
agrícola, la pregunta básica es si redujo o aumentó la cantidad de sufrimiento
en el mundo.
-Pues dice que los
cazadores recolectores eran más felices recogiendo bayas que los primeros
agricultores. ¿No los idealiza?
-Intento no retratar esa
sociedad como un paraíso. Si te caías de un árbol y te rompías una pierna
morías. Pero sí creo que tras la revolución agrícola para la mayor parte de la
gente la vida fue más difícil. Los esqueletos muestran más mala nutrición,
enfermedades, lesiones óseas. Hemos evolucionado para coger setas por el
bosque, no para arar el campo o sentarnos en una oficina. ¡Y aún nos gusta más
coger setas!
-Y viajemos al futuro.
Plantea dos horizontes inquietantes. El apocalipsis ambiental y que una parte
de la humanidad se convierta en superhombres.
-Estas son posibilidades
que hay que tomar muy seriamente. La élite económica y política está más
comprometida con el crecimiento económico que con la estabilización ecológica.
En parte porque presuponen que tendrán dinero y tecnología para salvarse de las
peores consecuencias. Como en una arca de Noé tecnológica, mientras los pobres
de Bangla-Desh se ahogan. El otro futuro preocupante es la creación de castas
biológicas utilizando la biotecnología o la comunicación directa entre el
cerebro y los ordenadores para conseguir capacidades mucho mayores que las del
homo sapiens. Por primera vez en la historia habría una barrera biológica real
entre ricos y pobres. En un futuro no muy distante puede resultar que los ricos
sean más inteligentes que los pobres. Y eso abre unos escenarios terroríficos.
-Defiende que hay una
barrera ética para estas investigaciones, pero que en el futuro caerá. Así que
deberíamos asustarnos.
-Ahora no estamos haciendo
mucha ingeniería tecnológica con humanos. Pero cuando una innovación permita
suprimir una enfermedad, lo haremos. Si no en Europa, sí en China o Corea del
Norte. Pero todo empieza intentando curar una enfermedad y después resbala por
una pendiente resbaladiza. El objetivo en el siglo XX de la medicina era curar
a los enfermos. En el siglo XXI será mejorar el estado de personas sanas. Más
allá de la normalidad.
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