Los análisis
y diagnósticos macroeconómicos son de suma importancia para entender que pasa
en la vida cotidiana. Los países latinoamericanos se creyeron inmunes a la
recesión que venía galopando desde hace más de tres años en el mundo,
después de la catástrofe financiera del 2008. Gastaron irresponsablemente, no reservaron para las
vacas flacas pese a tener el ejemplo vivo en sus narices y nunca fueron precavidos con los excedentes producto de los altos precios del petroleo, bastante generosos. Se olvidaron de los ajustes necesarios que les permitieran controlar un poco los déficits: Comercial, presupuestal, los cuales junto con la inflación, han generado una
inercia económica, que en el caso Colombiano toca impunemente el bolsillo de
los ciudadanos, quienes no saben qué hacer, pues ningún dinero les alcanza.
Miremos las conclusiones
del G-20 en Shanghái, sobre lo que pasa en el mundo. El periódico “El país de España” presenta una síntesis del mismo: “los 20 países más desarrollados y emergentes han
tomado nota de la des-aceleración económica que se aproxima y han concluido que
la política monetaria no es bastante para hacer frente al estancamiento global,
agravado por las expectativas de deflación más acusadas de la historia, y unos
mercados de valores inquietos ante la amenaza de tempestad. El problema del
encuentro, paradójicamente, radica en lo que podría interpretarse como
compromiso final: los países participantes se comprometen a utilizar “todas las
herramientas posibles para fortalecer el crecimiento global”. Un recurso
retórico para salir del paso” ”.
Haré el análisis desde la óptica
de mi querido país, Colombia. Todos los alimentos de la canasta familiar se
desbordaron, no es un efecto monetario, sino de escasez, errores fatales en la
política agraria, catalizada por el fenómeno del niño, los problemas climáticos; a esto se le suma la apertura de las fronteras, vía tratados bilaterales, lo que
quiere decir que hubo des-protección del sector o nunca se alistó el país para las consecuencia
que tendría firmarlos. No hay un acompañamiento gubernamental al pequeño agricultor, hay
una total falta de incentivos, pese a todo lo que dice el ministro para contradecirnos. No existe política rural seria y rigurosa, lo que afecta al consumidor directo, el gobierno reacciona
simplemente con el gotero. El desempleo, pese a lo que dice el ministro de hacienda, nunca disminuyó: pasó de la informalidad a la formalidad, es así de simple, no hay un
repunte real. El sector industrial lleva dos años sin crecer, hay incluso cifras
muy negativas. Muchas industrias grandes cerraron y otras simplemente se fueron
del país. El comercio, por problemas de nuestros vecinos (Entre otras) está de
baja y tiene la peor crisis desde hace 20 años: Las ventas externas totales de
Colombia perdieron el 34% de su valor al pasar de US$54.795 millones en 2014 a
US$35.690 millones en 2015. Como es sabido el bajón en las ventas ha sido
causado principalmente por la caída del precio del petróleo. El peso se ha
depreciado el 80 %, lo que no ha significado el repunte de las exportaciones.
Hace ocho años decidimos ser un país petrolero, cuando realmente estábamos lejos de
serlo, por decreto, así lo demuestra nuestra producción, capacidad de refinación, hoy los precios están muy
bajos y una deuda del sector altísima debido a las inversiones realizadas; por el
mismo tiempo el gobierno focalizó parte
de su desarrollo en la minería, según el plan presentado al congreso, realmente este nunca arrancó, no no fue la locomotora esperada. Es un
hecho, en materia macro-económica, se han dado palos de ciego en casi todos los sectores, es lo único
evidente de acuerdo a los resultados. El ciudadano de a pie, sufre los efectos
de estas decisiones nefastas. Sí algo reconocíamos en el presidente era su
pragmatismo, que brilla por su ausencia en materia económica, la pregunta es
quien le habla al oído, donde mercan los ministros, como no entienden algo tan
evidente.
El mundo para acabar de
rematar no saldrá de la crisis en poco tiempo, está es la conclusión
del G-20 reunida en Shanghái. Los gobiernos de estos países, no están dispuestos a
aplicar las medidas que ayudarían al mundo, cada uno está pensando en cómo
sobrevivir, su prioridad es la casa. En este sentido, países como Colombia, más que respetar tratados a
ultranza debería pensar en serio que hacer para reactivar la economía, antes
que las consecuencias sean graves.
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