En
la universidad Nacional de Medellín ayer, me encontré con dos profesores de historia y
de manera espontánea comenzamos hablar de la situación del pensamiento Francés
por estos tiempos recordando principalmente a Foucault y como estaba la posición
de la academia al respecto. De súbito me citaron la obra que adelanto presento
y que constituye un análisis lucido sobre el Neoliberalismo.
Este
texto fue escrito por los académicos Franceses Christian Laval y Pierre Dardot,
al primero lo conocí por una publicación anterior “La escuela no es una empresa”
donde denunciaba la sumisión de la educación a los intereses económicos la cual
de alguna manera es un a priori a “La nueva razón del mundo” el cual es un
ensayo sobre la sociedad neoliberal desde la esclerótica de los fundamentos que
la soportan, abordándolo desde la suma histórico que lo hizo posible, para
descifrarla en su totalidad, es una radiografía de la A a la Z.
Muchos
nos preguntábamos si Francia había dejado de pensar, los que nos hemos acostumbrado
a la natural reverberación ideológica de su pensadores, nos inquietábamos sobre
la opacidad en estos tiempos tan graves para el ciudadano común.
En
la revista “Números Rojos” en la red, me encontré una entrevista a Christian
Lava realizada por David Losa, que creo pertinente publicar, pues creo que este
texto debe ser de obligatoria lectura para entender en que estamos los
ciudadanos de a pie.
Este
doctor en sociología, docente en la Universidad de París X Nanterre, es uno de
los teóricos más lúcidos de la “academia” francesa. Christian Laval (París,
1953) ha publicado recientemente, con el filósofo Pierre Dardot, “La nueva
razón del mundo, ensayo sobre la sociedad neoliberal” (Gedisa), un volumen
imprescindible para alimentar el pensamiento crítico, en el que repasa los
orígenes y la evolución del neoliberalismo. Los primeros coletazos del libre
mercado, sus justificaciones y enfrentamientos ideológicos, su traumática caída
y posterior cambio de piel en la primera mitad del siglo XX, su papel como
fuente de inspiración en la construcción europea o su desbocamiento tras la
desregulación de los mercados financieros son algunos de los temas expuestos.
Después de leer su nuevo
libro, una de las conclusiones que se pueden sacar es que el neoliberalismo ha
colonizado el alma de los seres humanos, convirtiéndonos en algo así como
“personas-empresa”. Sin embargo, ustedes terminan el libro lanzando un mensaje
optimista…
El
sistema de poder neoliberal conduce a las personas hacia unos comportamientos
de obediencia y sumisión, pero al mismo tiempo no puede evitar en los
individuos eso que Michael Foucault llama contraconducta. O sea, somos
conducidos a vivir en continua rivalidad y competitividad, intentado ir más
allá siempre para alcanzar objetivos, resultados… Toda esta presión subjetiva
sobre los individuos provoca mucho sufrimiento y numerosas patologías que los
psicólogos, los psicoanalistas y los sociólogos han observado, pero al mismo
tiempo también provoca reacciones que llevan a mucha gente a reinventar su
vida, a retirarse del sistema y empezar de nuevo sus lazos sociales. Como
conclusión, formulamos la hipótesis de que hoy se está construyendo una racionalidad
alternativa, algo que hemos denominado ‘racionalidad del común’.
Desde los principios del
liberalismo, y posteriormente del neoliberalismo, el debate principal se ha
centrado en el papel del Estado y de las personas en el gran ‘juego’ de la
economía de mercado. Ustedes entienden que, frente a lo que piensan algunos, el
estado no está siendo el gran perdedor. ¿Podemos deducir que somos los propios
ciudadanos los perdedores?
El
neoliberalismo responde al modelo de empresa y a la lógica de la competencia. A
través de dispositivos y técnicas de poder introduce efectos subjetivos de tipo
empresarial, algo extremadamente curioso que induce a los individuos a
identificarse con el funcionamiento de una empresa. Nosotros vemos que, a la
vez que el neoliberalismo exalta al individuo, lo mutila como persona para
maximizar solo su valor económico.
Ahora que la situación es
crítica, muchos economistas han vuelto su mirada a Keynes. Pero ustedes creen
que es un error…
La
situación actual recuerda mucho a la de los años 30, y en particular al hecho
de que los dirigentes están repitiendo los mismos errores que cometieron los de
aquella época. Por ejemplo, entonces los líderes europeos querían volver al
patrón oro y, como ahora sucede con el euro, para lograrlo imponían políticas
de deflación. Por lógica, los mismos errores conducen a los mismos efectos, y
pienso que Europa camina hacia la autodestrucción. Si me preguntas si es
posible volver a Keynes en el estado actual de Europa… No, ni siquiera
convertido en fantasma. Todo está organizado e institucionalizado para que una
política activa de recuperación sea imposible. La posibilidad de relanzar la
economía a través del presupuesto se considera inviable por la Comisión Europea
y por el Gobierno alemán. Incluso, cada vez se minimiza más el presupuesto.
Pero es que esta crisis no es solo una crisis de mala orientación de las
políticas de austeridad, tiene que ver con los propios fundamentos de la UE. La
gran decisión adoptada ha sido constitucionalizar las disposiciones restrictivas
que impiden que se puedan aplicar políticas diferentes que salven a Europa de
otra manera. Los dirigentes europeos se han encerrado en una prisión de la cual
no pueden salir.
Una de las grandes críticas
que contiene su libro va dirigida a la socialdemocracia, por haber aceptado las
reglas del neoliberalismo. ¿No cree que el germen de la nueva izquierda se
encuentra en los nuevos movimientos ciudadanos?
La socialdemocracia europea ha cometido el error de creer que la construcción jurídica y política de Europa podía resistir a lo que se denomina el neoliberalismo anglosajón. Lo que demostramos en este libro es que la propia construcción europea se hace sobre los preceptos del neoliberalismo, algo que los socialdemócratas europeos no querían contemplar, pero a lo que, a la postre, tampoco se han opuesto. Por eso, para mí la socialdemocracia europea se ha suicidado. Por otra parte, si hablamos de una nueva izquierda, es destacable el ejemplo de Grecia, con la irrupción de un nuevo partido capaz de atraer más de un tercio de los votos, un partido que se opone claramente a lo que es Europa hoy. Si pongo el ejemplo de Francia, el movimiento de coordinación de la lucha sectorial comienza a ganar terreno, parece que los asalariados se están dando cuenta de que son el objetivo de una estrategia ideológica. Por ejemplo, ante el creciente protagonismo del New Public Management (Nueva Gestión Pública –modelo de gestión privada en la administración pública–), que afecta a todos los sectores (hospitales, escuelas, justicia ), cada vez más gente entiende que existe una lógica transversal que obliga a que la lucha sea también transversal. La próxima etapa requeriría una coordinación a escala de muchos países. Por eso, la nueva izquierda tendrá que renovarse con algo similar a aquello que en el siglo XIX se llamó el internacionalismo. Desde luego, queda mucho camino por recorrer.
La socialdemocracia europea ha cometido el error de creer que la construcción jurídica y política de Europa podía resistir a lo que se denomina el neoliberalismo anglosajón. Lo que demostramos en este libro es que la propia construcción europea se hace sobre los preceptos del neoliberalismo, algo que los socialdemócratas europeos no querían contemplar, pero a lo que, a la postre, tampoco se han opuesto. Por eso, para mí la socialdemocracia europea se ha suicidado. Por otra parte, si hablamos de una nueva izquierda, es destacable el ejemplo de Grecia, con la irrupción de un nuevo partido capaz de atraer más de un tercio de los votos, un partido que se opone claramente a lo que es Europa hoy. Si pongo el ejemplo de Francia, el movimiento de coordinación de la lucha sectorial comienza a ganar terreno, parece que los asalariados se están dando cuenta de que son el objetivo de una estrategia ideológica. Por ejemplo, ante el creciente protagonismo del New Public Management (Nueva Gestión Pública –modelo de gestión privada en la administración pública–), que afecta a todos los sectores (hospitales, escuelas, justicia ), cada vez más gente entiende que existe una lógica transversal que obliga a que la lucha sea también transversal. La próxima etapa requeriría una coordinación a escala de muchos países. Por eso, la nueva izquierda tendrá que renovarse con algo similar a aquello que en el siglo XIX se llamó el internacionalismo. Desde luego, queda mucho camino por recorrer.
Hace dos años y medio de la
irrupción en España del 15M. Para muchos, su naturaleza asamblearia le impide
avanzar, y piden que cristalice en una formación política clásica. ¿Es
esta una nueva perversión del sistema, una tentación del “diablo”?
Soy
muy sensible a las fórmulas de democracia real. Todas estas expresiones de
debate público, de asambleas populares, son el objetivo mismo de la elaboración
colectiva. Simbolizan una profunda oposición al sistema neoliberal. El
neoliberalismo ha puesto en crisis la propia democracia liberal clásica,
desacreditando el sistema clásico de representación, donde la voluntad del
pueblo se expresa a través del parlamento. Pero en un sistema neoliberal los
políticos solo están habilitados para aprobar reglas que vienen de fuera y
sobre las cuales a veces ni pueden actuar. No se trata de que las nuevas
movilizaciones reclamen una vuelta a la democracia liberal de tipo
parlamentario, es preferible observar de forma crítica los límites de esa
democracia parlamentaria para buscar nuevas fórmulas de participación más
directas, donde los propios ciudadanos ganen protagonismo y fuerza en los
procesos de deliberación y decisión.
Según dicen la democracia
ya no es siquiera una estrategia pretendida por el neoliberalismo. No solo eso,
ustedes afirman que incluso la noción de régimen político se ha difuminado. Ha
pasado a ser algo secundario, indiferente…
Friedrich
Hayek, el famoso filósofo y economista, decía que se puede construir un sistema
sobre la desconfianza de la voluntad popular. Él defendía que hay que
establecer diques de contención contra la voluntad de los pueblos. De hecho,
durante la dictadura de Pinochet en Chile dijo: “Prefiero una dictadura liberal
a un gobierno democrático donde el liberalismo esté ausente”. El neoliberalismo
juega a aceptar la democracia como si realmente el gobierno fuera de las
personas, pero es evidente que estamos muy lejos de lo que Lincoln calificaba
como “gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. Hay una distancia
tremenda entre el pueblo y los que gobiernan.
El
ideal neoliberal pretende individuos que busquen constantemente el éxito
personal en libre competencia. Las personas que no encuentran ese éxito, serían
seres frustrados, perdedores. Pero, ¿son esos perdedores la esperanza de un
futuro diferente?
El término anglosajón “win
to win” (“ganar para ganar”), adoptado por el propio neoliberalismo, dice que
todo el mundo gana algo si acepta participar en el gran juego del
mercado. Ya que hemos nombrado a Hayek, él no estaba de acuerdo con esa
falacia, afirmaba que inevitablemente hay winners y losers y que la justicia social es un mito. La experiencia nos dice
que el sistema neoliberal genera riqueza creciente en un determinado número de
personas a la vez que amplía el número de pobres. El win to win ya no es
creíble, y los perdedores difícilmente pueden identificarse con este
sistema. Pero no es suficiente con sentirse perdedor, hay que luchar para
ganar, para construir algo que permita generar una nueva situación.
Ustedes califican la acción
de organismos supranacionales como la OMC, el FMI o el Banco Mundial como un
“gran baile de máscaras”, grandes monstruos despersonalizados creados para
legitimar decisiones que afectan a millones de personas. ¿Es posible quitarles
esas máscaras?
Está
claro que hay gente que se está aprovechando de la situación, son predadores
cuyo único objetivo es seguir enriqueciéndose. Desde hace 30 años volvemos a
presenciar una especie de revancha de los ricos, que están destruyendo todo lo
que podía limitar que se enriquecieran de manera infinita. ¿Cuál ha sido su
estrategia para lograrlo? Han desarrollado un sistema de normas que opera
claramente a su favor y hacen creer a las personas que es algo objetivo. El
mejor ejemplo es el de las agencias de calificación de riesgo, que se permiten
calificar a los países de manera “objetiva”. ¿Qué objetividad es esa? Está
claro que la que ellos quieren.
Según afirman en su libro,
la llamada Europa social era un simple disfraz del neoliberalismo, una mentira
alimentada repetidamente. Hoy ya no se oculta que la prioridad es la
competitividad, ¿supone el fracaso del “modelo francés” en detrimento del
“modelo alemán”?
Para
un francés como yo es siempre molesto hablar mal de los alemanes por el marco
histórico, y lo cierto es que muchos franceses participaron activamente en los
inicios de la edificación de la Europa moderna, y estaban básicamente de
acuerdo con la orientación ordoliberalista de esa construcción. Eso que tú
dices , el gran engaño de la Europa Social, procede de la propia filosofía del
ordoliberalismo, que defendía la llamada Economía Social de Mercado, y que
propugnaba una asociación entre el movimiento sindicalista y la patronal. Pero
no nos engañemos, el objetivo principal del ordoliberalismo no es otro que
crear normas para que funcione el mercado. Es un sistema por y para el mercado.
¿Qué papel van a jugar a
partir de ahora países como España, Italia o Grecia ?
Lo
que se está pidiendo a los perdedores es que sigan jugando, y encima que sean
cada vez más competitivos, lo que lleva inevitablemente a la pauperización de
la población. Están pidiendo al perdedor que sea aún más perdedor. El gran
problema de Europa hoy es que no acepta ver los defectos de sus políticas y sus
consecuencias. No para de imponer nuevas medidas de austeridad estructurales,
de transformar los mercados de trabajo, los sistemas sociales y el poder
adquisitivo de los ciudadanos. Y las diferencias de rentas entre las personas
cada vez son mayores.
Al principio de esta
entrevista auguró una autodestrucción europea. ¿En qué forma?
Esperemos
que no haya más conflictos armados, ya hemos tenido bastantes. La construcción
europea se apoya sobre otra guerra, la guerra económica entre los países
miembros. El camino correcto sería la cooperación, una solidaridad que asegure
a la vez una paz económica. Pero ese cambio de paradigma implica una
transformación total de la arquitectura institucional europea. Pero ahí el
camino será muy largo e implica movimientos sociales en Europa muy potentes.
¿Y si nada de eso sucede?
Vamos
hacia un conflicto mayor por culpa de la ceguera de los dirigentes europeos.
Son como autistas, como prueba el hecho de que los movimientos en España, en
Grecia o en Italia no han cambiado su manera de hacer las cosas. Ellos piensan
que los italianos son niños, siguen aplaudiendo a Mario Monti incluso después
de que haya sido aplastado en las urnas. Hay demasiado desprecio de los
dirigentes a los dirigidos, y eso puede ser el preludio de fuertes convulsiones
sociales.
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