La
Habana en el ultimo mes se vio colmado de actos que, sin corresponder a la
bitácora oficial de los acuerdos de paz entre el gobierno Colombiano y la FARC,
ni del protocolo suscrito, me permiten inducir que estamos en una etapa de ajuste, que pueda llevar al cierre exitoso de los mismos. Se han cumplido la mayoría de los acuerdos temáticos propuestos en el 2014 y se superaron con creces los problemas presentados en la mesa de negociación. En diciembre de manera informal, llegaron a la Habana casi todos los comandantes de los respectivos
frentes del grupo guerrillero, bajándole un poco a la preocupación que tenemos algunos en torno
a la posible fracturación del grupo, pues con el poder adquirido por el
narcotráfico, estos tienen la capacidad de actuar con independencia logística, lo cual no dejaba de
generar interrogantes para el proceso, estas visitas son una muestra de unidad,
vital para esta etapa; además se dio el cese unilateral de actividades
militares por parte de la FARC; hay acercamientos con el ELN, por encima de las
criticas obcecadas de los opositores; de parte del gobierno se está cumpliendo con la
plataforma necesaria, hablo de la ley de tierras y la ley de víctimas, además de aquellas medidas tenientes ha disminuir tanta inequidad social flagrante. Me atrevo a decir que estamos en un buen momento, esto significa que apenas comenzaremos
a construir la paz, el desarrollo de los acuerdos llevará mucho tiempo, pero es
el inicio del final de un conflicto perverso, debe haber participación ciudadana que
refrende lo firmado, desarrollo legislativo que le dé vía legal y bitácora de
implementación de las obligaciones suscritas, políticas de inclusión y
participación equitativa a granel, verdadero arco iris que permita no solo el final del conflicto sino
el marco fiable para un desarrollo muy alto con políticas sociales fiables.
A
partir del acuerdo apenas se comenzará realmente a forjar todos aquellos actos
que acaben de una vez por todas con la violencia enquistada en nuestra realidad, el
espectro de acción es inmenso y abarca muchos ámbitos, tanto institucionales,
de política pública y privada, el
conflicto, que pese a los olvidadizos es producto de una exclusión perversa por parte de las elites de
este país, de la falta de responsabilidad de la clase política que ha a
detentado el poder en los últimos cien años; de los partidos tradicionales que
se olvidaron de medio país; de la clase dirigente corrupta, burocracia
irresponsable, que actúa como una sanguijuela sin responsabilidad alguna, ni social;
de la corrupción absoluta de gran parte de nuestra sociedad, que se acostumbró
al enriquecimiento ilícito, a la coima, al intríngulis y de nuestra cultura
avivata.
Este
país tiene una de los mayores indicies de inequidad en el mundo, una
concentración de la riqueza oprobioso, tiene una verdadera plutocracia que
feudalizo el poder. El desconocimiento
de la historia de la juventud es inexplicable y lo peor, dificulta entender la
importancia del proceso, de igual manera y desafortunamente hay una especie de
malas maneras, malas prácticas, asumidas como parte de nuestra cultura, las
que asumimos como naturales, sin ninguna
vergüenza, este sino cultural genera una verdadera dificultad a los cambios
sustanciales en la manera de pensar y actuar que requerimos como sociedad.
Mi
optimismo esta fincado no solo en la voluntad de paz del gobierno y de la FARC,
en los compromisos cumplidos por el congreso, en el apoyo de los gremios y gran
parte de la sociedad, sino en hechos puntuales y en convergencias históricas
reales y muy serias que se unen a estos propósitos.
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