Parte del ensimismamiento
en que nos movemos gracias a la revolución de las técnicas de la información y
el conocimiento, que nos mantiene en la virtualidad y en ocasiones nos saca del
mundo, como sí lo que sucediera alrededor no nos afectara, viviendo en una
especie de doble realidad, hace que hechos como el de México, que se nos está
desengranando en violencias irrefrenables, pase desapercibido. Todo los días aparecen noticias que espantarían a
cualquiera, que pondrían las alarmas al límite, pues están cargadas de sangre,
masacres, asesinatos, sicariato y lo que percibo, es que pareciéramos no
reaccionar y lo que es peor, el país afectado, México lindo, parece estar en
una impotencia inexplicable.
El secuestro de 43 estudiantes hace aproximadamente un mes, en
la ciudad de Iguala, estado de Guerrero, sur de México, con la ayuda de las
propias autoridades locales, refleja el caos en que se encuentra la
institucionalidad, el país en general ,como consecuencia del narcotráfico, los
carteles concretamente, la ausencia del estado y la corrupción galopante que ha
permeado a toda la sociedad, los cuales fungen como factores determinantes que
producen estos penosos hechos.
La guerra entre carteles de
la droga no deja sino muertos y desolación, los asesinatos se producen
abiertamente, no hay control alguno, las autoridades están permeadas y en
muchos casos son impotentes, la sociedad ha sido permeada por el dinero fácil y
la gran mayoría de ciudadanos, están inermes entre fuegos cruzados y un estado contaminado
e impotente.
Según
datos de la Procuraduría General de la República (PGR) estos carteles -cuyas
células y pandillas dominan extensas áreas del territorio mexicano-, obtienen
ganancias anuales cercanas a los 40 mil millones de dólares. Ocho son las
organizaciones que controlan la actividad narco y dan origen y cobertura al
resto de los grupos: Los Zetas, el Pacífico (o Sinaloa), los Arellano Félix, La Familia Michoacana, Los Caballeros Templarios, el Nuevo Cártel de Juárez, el Cártel de la Barbie y el Cártel de los Beltrán Leyva.
Guillermo
Trejo, excelente analista del periódico
el “País “de España, trata de descifrar
lo que está pasando: “Si el principal negocio del crimen organizado en México
es el tráfico de drogas hacia los Estados Unidos, ¿por qué asesinar estudiantes
que no tienen ninguna relación con el negocio?. Para entender los motivos
represores del crimen organizado hay que empezar por reconocer uno de los
cambios más importantes en la industria criminal de los últimos años: en
Estados como Guerrero, Michoacán y Tamaulipas, el crimen organizado ya no solo
intenta monopolizar el trasiego de la droga sino que ahora ha pasado a una
nueva fase en la que uno de sus grandes objetivos es la toma del poder local,
apoderarse de los municipios y sus recursos y extraer la riqueza local a través
de la tributación forzada. Para
apoderarse de los municipios y sus contribuyentes, los grupos criminales
empezaron por doblegar a las autoridades locales. Mediante el soborno o la
coerción, fueron subordinando a los presidentes municipales en las zonas de
conflicto”.
Una
parte de la sociedad frente a estos hechos tan graves, le apostó a la creación de autodefensas, lo que ha significado que el
remedio ha sido peor que la enfermedad y de ello dan cuenta las propias
autoridades de México con tragedias como el secuestro de estudiantes, que nada tienen que ver en el conflicto. Ahora existen
violencias múltiples, que hacen su interpretación más difícil, reaccionar al
crimen se volvió todo un desciframiento.
Me
pregunto dónde están las reservas morales de México, donde está la academia,
cual ha sido la reacción de la clase intelectual, pues el problema rebasa el
canon y es preciso asumir el rescate de la institucionalidad y la autoridad con
todas las fuerzas vivas de la nación.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario