Murió el más emblemático de los intelectuales de la ciudad de Medellín
Colombia. Un hombre excepcional, una reserva moral, un escéptico por
convicción, un intelectual a carta
cabal, una persona absolutamente
diferente a todo lo que había conocido y por encima de todo un escritor fuera
de serie.
Así lo describió Gonzalo Arango: “Alberto
es, físicamente, un hombre de facciones rudas, masculinas, de una serenidad de
montaña. Su pasión arde por dentro como los volcanes. Viste con una elegancia
desabrochada, anticonvencional, con la corbata suelta y el saco en bandolera.
Es un signo externo de su rebeldía. Para parecerse a Zaratustra se cultiva un
siniestro bigote nietzscheano, de color candela. Es el único intelectual que
conozco que se acuesta con las campanas de las ánimas del purgatorio (a las 8),
y se levanta con las campanas de los cacharreros antioqueños (a las 6). A esa
hora anda ya muy fresco con el alba, tomando tinto en La Bastilla, leyendo El Colombiano y haciéndose embolar.
Aunque sólo tiene cuarenta años, este inconforme usa costumbres patriarcales.
No fuma, no bebe, no asiste a cocteles, no anda figurando en sociedad, ni en
las pandillas colectivas de la cultura. Intelectualmente es un escéptico. Las
pocas convicciones que posee han resistido un implacable análisis, y repudia
con horror los valores convencionales, los sistemas anacrónicos de la sociedad
y la cultura. Su escepticismo no es gratuito. Viene de muy lejos, de muy hondo,
de una vasta experiencia vital, y de una densa formación intelectual.”
Fue un personaje mítico de la ciudad de Medellín, un patrimonio moral, sin
temor a equivocarme. Lo veía caminar
despacio, con el bastón caracteristico que evitaba usar, la boina muy bien puesta en medio de
sus desordenes habituales en la forma de vestir. Se me parecía a los exiliados republicanos de la España revolucionaria
del 40 del siglo pasado. Tenía una conversación fluida, llena de datos y siempre
con un pensamiento lúcido y puntos de vista absolutamente diferentes a todo el mundo, lo que llamo un pensamienmto diferenciador. No fui
su amigo, no pertenezco a los círculos intelectuales de esta ciudad y menos al privilegiado
grupo de sus interlocutores de confianza. Converse muchas veces con él, en la librería científica del paseo Junín y en la librería "Al pie de la letra" de su amada Medellín. Fuí lectosrfiel de sus columnas, de su obra y de todo lo que publicara en los medios escritos..
Alberto fue funcionario de la rama jurisdiccional y vivió del derecho hasta los
cuarenta años. Fundó la librería Aguirre, centro de tertulias y la “Editorial
Aguirre”. Pocos saben que Alberto era el dueño de los derechos de edición de “El coronel no
tiene quien le escriba” de Gabriel García Márquez. Aprendió varios idiomas para leer a sus autores predilectos en su lengua original. Se convirtió en la
conciencia crítica de esta ciudad sustentado en una ética a todo prueba.
Era un promotor de buenos libros y promotor de escritores en ciernes.
De hecho fue cercano a Gonzalo Arango y al nadaísmo. Gonzalo en el preámbulo
de una entrevista termino describiendo su carácter magistralmente: “Algo más sobre su personalidad: es
autoritario, dominante. Nació para ser jefe. Terco, dogmático, apasionado en
sus ideas. Nunca cede a las razones contrarias. Liquida las discusiones con un
silencio indiferente, o con una risita nazi que oculta sobándose su bigote
prusiano”.
Estos son apenas datos biográficos. Que es lo más importante en los
escritos de Alberto: la precisión, la palabra bien puesta, la claridad y la
brevedad. Ser un crítico implacable de todos aquellos actos que atentaran
contra la ética y las buenas prácticas. Denunciaba sin dudar: "piensa mal y acertaras", era parte del clásico escepticismo
de su personalidad.
Antioquia y Medellín nos han regalado personajes absolutamente
diferentes a todo lo visto: Gonzalo Arango, Manuel Mejía Vallejo, León De Greiff,
Botero, Estanislao Zuleta, para citar tan solo los más relevantes.
Alguna vez contó la suerte que corrió la primera edición de “El coronel
no tienen quien le escriba”: “ Del El coronel no tiene quien le escriba de
García Márquez, obtuve de éste en 1960 los derechos para su publicación cuando
aún no era un escritor conocido y había publicado sólo La hojarasca en una edición modesta. En función de librero,
distribuidor y editor, yo distribuí por todo el país El coronel no tiene quien le escriba, y logré vender por ahí
450, regalé cien ó doscientos y el resto los vendí como saldo a cincuenta
centavos a un tipo que se los llevó a su pueblo para envolver cominos. La labor
de editor era más por interés cultural que por asuntos económicos. El trabajo
era mucho.”
En esta misma entrevista realizada
Augusto Escobar Mesa me encontré con unas perlas que quiero transcribir.
Responde a una pregunta puntual sobre el estilo de Arturo Echeverri, que define
a cabalidad su prosa y es ejemplo de su capacidad de síntesis:
AA. Yo creo que una de las virtudes de la obra de Arturo es el
lenguaje. Es la dimensión de un lenguaje vivo, lenguaje que es fiel, adherido a
la cosa, no articulado por la academia o el culteranismo. Es un lenguaje muy
fresco, muy vital, muy de la cosa, pegado a las cosas por esa misma condición
de humano.
"Yo creo que el uso de un lenguaje diáfano y austero es consecuencia de
la vida como aventura que lleva, porque él no se formó en la caña, en el
espacio de la literatura para ampliar esa expresión, o sea, no deriva su légamo.
Su clima no es la literatura sino la vida, y la vida es muy dura. Sólo los que
vivimos en el espacio de la literatura somos hiperbólicos. En cambio un hombre
que como él estaba roto con la vida, para emplear esa expresión, se rompía el
pecho con la vida, con las circunstancias, por eso acude a un lenguaje
peculiar, el suyo, para enfrentar esa vida. Y yo creo que ese es el gran mérito
de Arturo, su lenguaje. Creo que no hay en la literatura colombiana alguien que
haya escrito con tanta dureza como él, dando en el hueso, y en eso se emparenta
con la literatura de Hemingway".
Se nos fue Alberto. Medellín lo recordara siempre. Espero recoger sus
columnas más recientes y publicarlas en la red.
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