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viernes, julio 05, 2024

LOS JUEGOS OLIMPICOS

     "Al reinstaurar los Juegos Olímpicos en la década de 1890, Pierre de Coubertin (1863-1937) cumplió su más grande intuición: la necesidad de desbaratar la inercia de habitar un tiempo sin cesuras. Una olimpiada sacraliza nuestro tiempo con un anuncio, una espera, una comunión, una celebración, otro anuncio. En ello no erró Coubertin. Sin embargo, el olimpismo hubo de competir con otras ideologías que buscaban secuestrar el tiempo para obturarlo, quebrarlo y diferenciarlo internamente para relanzarlo en un acto de voluntad pura"(Ariel Rodríguez Curí. Revista de la UNAM). Los primeros juegos olímpicos modernos fueron en Atenas en 1896 y los siguientes serían en Paris en 1900. Son organizados y entregadas las sedes a través del "Comité Olímpico internacional" COI, una organización privada, que no solo reúne cada cuatro años lo mejor del deporte mundial, sino que pontifica, sanciona, convirtiendo esta convocatoria y los juegos, en un negocio de miles de millones de dólares.

Dice Ariel Rodríguez Curí: "Nótese que los participantes conocen con antelación (de entre seis y ocho años) la ciudad sede, las fechas de inauguración y clausura y los datos principales del programa deportivo. Asimismo, el público (local y global), los organizadores y los medios —unos más, otros menos saben cuáles son las circunstancias políticas que atañen a los Juegos. El COI, por un lado, y los organizadores (el comité respectivo, el gobierno local y el nacional), por el otro, aspiran legítimamente a controlar y gestionar las circunstancias deportivas, políticas, financieras, técnicas y logísticas de la gran reunión. Los Juegos son un hecho planeado". La historia política de los juegos contradice esa Paz olímpica que predica para el mundo como estandarte, los vetos de las potencias que se abstienen de participar por cuestiones meramente políticas han sido emblemáticos en el pasado, por circunstancias geopolíticas tensas y especiales, según el tiempo y la sede (Moscú y Los Ángeles, son ejemplo de ello). También han sido la predica para paradigmas locos e inclusive fascistas; Berlín, es un ejemplo clásico al respecto. Escribió Alain Badiou: “el siglo XX es un siglo voluntarista”.  "Los Juegos nos arrastran a perseverar como súbditos obsecuentes de la voluntad planificada".

Peter Sloterdijk refiriéndose a los primeros juegos modernos en Atenas, acusa: "El punto culminante de los Juegos de Atenas, tan memorable como imprevisto, fue el primer maratón. La idea del mismo se atribuye al francés Michel Bréart, filólogo clásico y filoheleno, que había alabado en el banquete de clausura de la Conferencia de la Sorbona la donación de una copa para el primer vencedor de la nueva disciplina del maratón. Cuando el vencedor de esta carrera, un pastor de ovejas griego de veintitrés años llamado Spiridion  Louys, entró corriendo en el resplandeciente estadio de mármol, vestido con la fustanella, el traje nacional, el 10 de abril de 1896 (después de una carrera de 2 horas, 58 minutos y 50 segundos), entraba con él algo que apenas puede ser descrito mediante el concepto de un “estado de excepción”. "Era como si una nueva clase de energía hubiera sido descubierta, una forma de electricidad emocional sin la que uno ya no podría representarse el way of life de la era que se iniciaba. Lo que ocurrió en el Estadio Panatenaico aquella tarde radiante, hacia las cinco, tenemos que clasificarlo como una nueva epifanía". Concluye el pensador alemán: " Éste es mi cuerpo, mi lucha, mi victoria. Así es como en el sueño olímpico de Coubertin vinieron a coincidir tanto el páthos pedagógico del siglo XIX como el paganismo estético del culto al cuerpo, formando una amalgama acorde con las demandas modernas". El culto al cuerpo se constituye en la nueva religión que hoy tiene más vigencia que nunca.

La conclusión del pensador mexicano (Ariel Rodríguez Curí) al respecto contradice al padre del olimpismo mundial: Con un trasfondo así se podrá comprender en qué sentido la historia del éxito de la idea olímpica significó asimismo la historia del fracaso de las intenciones originales de Coubertin. De cualquier modo, que se interprete el triunfo del olimpismo, lo cierto es que dio lugar a algo totalmente distinto a la tríada deporte-religión-arte, que Coubertin pretendía trasplantar desde la Antigüedad a los tiempos modernos. Su fracaso como fundador de una religión se podría expresar simplemente diciendo que el sistema de ejercicios y disciplina al que él había dado vida era pintado para refutar justamente la existencia de la “religión” como una categoría separada de las actuaciones y vivencias humanas. Lo que realmente cobró vida y no cesaba de adquirir una consistencia cada vez mayor fue una organización destinada a estimular, dirigir, asesorar y administrar energías, en primer lugar, timóticas (de orgullo y ambición), y, en segundo lugar, eróticas (de codicia y libidinosas).

Son muchas las elucidaciones alrededor del significado tanto político, filosófico, geopolítico y deportivo de las olimpiadas, que realmente son un evento de grandes y absolutas connotaciones para el mundo. Hay mucha tela para cortar.

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