Son
impresionantes las contradicciones en que vive México, está atrapado en una situación nefasta gracias al narcotrafico, este país paradojal, es difícil comprenderlo a
cabalidad, descifrarlo, tiene una riqueza cultura incuantificable, una historia rica y cargada de nacionalismo, una diversidad cultural inmensa; es y ha sido un
país abierto, buen anfitrión, de unos años, para no decir que hace dos décadas, sus
gobernantes son inferiores a sus responsabilidades, han sido tolerantes, permisivos con el narcotráfico
y los llamados capos, los que mantienen una sinergia perversa con la institucionalidad, aceitada por el
poder del dinero fácil, se fueron tomando el estado y la política, hasta
someterlo.
Así
lo ratifican muchos hechos, con mucho dolor, todos los días nos enteramos de noticias
que reflejan el estado caótico en que se encuentra México. Esta semana, sin haber
resuelto el caso de los 43 estudiantes secuestrados y ajusticiados hace más de dos años, un verdadero oprobio, recibimos
otra vez una noticia lamentable desde la perspectiva del estado y los
derechos humanos: “Un comando armado secuestró este jueves a un grupo de
vecinos de una comunidad rural del estado de Guerrero, en el sur de
México. Según ha informado Roberto Álvarez, vocero del Grupo
de Coordinación Guerrero, una banda de entre 30 y 40 secuestradores llegó
a una comunidad de Ajuchitlán del Progreso a las 8 de la noche. Iban armados.
Testimonios recabados por las autoridades indican que se llevaron a entre 12 y
14 personas. Algunos, ha dicho el vocero, son menores de edad. Álvarez ha
señalado como responsable al grupo de Los Tequileros”.
Son
muchos los estudios realizados sobre el fenómeno en el propio México. Pese a
los diagnósticos, a la preocupación de la academia y de la sociedad civil, existe
una especie de inercia frente al mismo, todas las políticas gubernamentales al
respecto han fracaso, además, los graves problemas de inequidad no contribuyen
para nada, se ha vuelto también un problema cultural.
Colombia
sin haber superado el problema, logró quitarle protagonismo al fenómeno, lo
redujo a un problema delincuencial y creó paradigmas que han hecho que una
buena parte de la juventud este
completamente en desacuerdo con estas bandas, es una generación que conoció el flagelo
del narcotráfico, que sufrió sus consecuencias en carne propia y que sabe lo
que significa ese mundo. Vender lo bueno, darle a la virtud la importancia que
tiene, es tarea necesaria, sembrar ética. México, con el mayor comprador de
droga como vecino, con un mercado abierto, no ha podido salir de esta
encrucijada y contrario a lo que imaginamos, las bandas y capos se fortalecen
todos los días. Un informe muy importante, entre muchos diagnósticos
establecía: “Desde 1970, en México es evidente el deterioro en el proceso y
capacidad del Estado para tratar el tráfico de drogas. Todas las medidas que se
toman con la aprobación de Estados Unidos son ineficaces en la reducción del
flujo de drogas hacia ese país; asimismo, por lo general, se caracterizan por
la violencia y corrupción que este fenómeno genera. La situación contrasta con
los continuos esfuerzos de ambos gobiernos por esconder las evidentes fallas en
las estrategias antidrogas implementadas en los recientes años (Chabat, p.1)”.
La
represión estatal le sube el precio de oferta a la droga, incrementa su valor de
mercado, la corrupción se volvió por este factor en el problema más grave e
inmanejable y la sociedad impotente decidió cerrar los ojos, callar. México
debe recurrir a sus reservas morales y encarar cn absoluta entereza este
flagelo, que llegó a extremos inimaginables. La nación de la revolución, de los
nacionalismos exacerbados, de Octavio Paz, de Alfonso Reyes, de los grandes
muralistas, de poetas y soñadores, no
puede dejarse arrinconar, como lo está haciendo hasta ahora.
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