El
plan Colombia es el último de los instrumentos legales que han articulado las
relaciones Americanas entorno al narcotráfico y al conflicto armado. Cada
tratado con el gobierno Americano refleja el momento histórico de nuestras
relaciones y la óptica de esta nación en relación con Latinoamérica, en este caso
concreto con nuestro país. Desde la “Alianza para el progreso”, las relaciones
entre estos dos países están marcadas por la política del departamento de
estado de los Estados Unidos, que de hecho, resguarda el interés de su gobierno. Cuando estaba en plena guerra fría en los años cincuenta y sesenta del siglo pasado, el enemigo era la influencia soviética, el
comunismo, el proceso guerrillero que estaba en plena incubación y la
izquierda; después fue el narcotráfico y últimamente las dictaduras populista
de tanto enfrentamiento con el imperio, como suelen decirle sus líderes.
El plan Colombia tiene muchas ópticas. Para unos es “Un plan
primeramente de ayuda militar al gobierno colombiano, cuyo propósito declarado
es el contribuir al desarrollo de Colombia a través de la lucha contra el
narcotráfico. Según el plan Estados Unidos ofrecerá medio billón de dólares de
ayuda militar a Colombia para la lucha antisubversiva. Esto llevará al
agudizamiento de la guerra interna en Colombia, el incremento de las
violaciones a los derechos humanos (ya que el equipo militar proveído por
Estados Unidos ha sido utilizado en masacres de civiles) y el desplazamiento
forzado de miles de personas”[1].
Para otros, es la ayuda que le permitió al gobierno enfrentar el flagelo del narcotráfico
y a la guerrilla, con un alto componente social y el cual término convertido, según sus aúlicos, en el instrumento idóneo para enfrentar el terrorismo.
Desde
el viernes, esta ayuda la tituló el presidente Obama, como el instrumento para
la paz, dirigida al cese del conflicto armado de acuerdo a lo que se pacte en la
Habana y en el desarrollo de los protocoles y responsabilidades que aún siguen
vigente para el gobierno: La lucha contra el narcotráfico, la atención a las víctimas, los
procesos de inclusión y la no repetición de los actores incorporados.
El
acuerdo es apenas uno de los instrumentos del posconflicto cuyo espectro aún no
se comprende en su totalidad, por el cumulo de componentes que confluyen sobre
el mismo: político, social, de inclusión, apertura, de resarcimientos múltiples,
de perdón y olvido. La fiesta en la casa Blanca indudablemente es un apoyo muy
fuerte al gobierno de Juan Manuel Santos, al proceso de la Habana y la
posibilidad de crear una plataforma que nos permita superar cincuenta años de
conflicto. Estos tres meses son decisivos y de lo que se haga el gobierno, los partidos, el componente social, la academia, los gremios, la
iglesia y la sociedad en general dependerá el futuro de Colombia. Cada paso es
fundamental, estaré atento desde este portal, al momento histórico que vivimos, para descifrarlo en todos sus componentes y sobra decir que los análisis se irán desgranando de acuerdo a lo que vaya sucediendo, sin olvidar los documentos de corte académico para entender eso que llamamos conflicto, documentos que también se irán publicando en este blog.
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