Es necesario recordarle a
los críticos exacerbados que la agenda de la habana establece unos protocolos,
los que hasta ahora se cumplen a cabalidad con absoluto respeto de las partes.
En cada tema se han superado las diferencias y establecido convergencias,
lo que les ha permitido firmar cada uno de los puntos puestos sobre la mesa,
después de amplias conversaciones. Hasta la fecha, si no estoy mal, están en la
etapa final, que tiene que ver con la reparación de las víctimas, la situación
legal de los victimarios, el perdón, la restitución y reparación de las mismas.
He querido tocar de nuevo
el tema de los diálogos y acuerdos por varias razones. La primera, que el
gobierno no actúa de manera homogénea, en un momento donde debiera
existir una sola vocería. Parece que el ministro de defensa no ha entendido lo
que está en juego, se le olvido que se decidió desde el principio dialogar sin
el cese al fuego y obvio que esta decisión tiene consecuencias. A nadie se le
debe cercenar el derecho de opinión, esta descontado, lo que no puede hacer el
ministro es hablar como si no hiciese parte del ejecutivo, quien entre otra
cosa, se la está jugando por un tema de la más alta envergadura, pese a
las críticas, continua con las conversaciones con el grupo de insurgencia,
después de 50 años de conflicto, guiado no solo por la convicción en lo que
hace, sino por los adelantos de la agenda propuesta que conoce muy bien. Las
declaraciones del ministro van en contravía de la política de gobierno.
Lo que está sucediendo me
recordó un texto del filósofo Habermas, quien hace un análisis de la validez de
los actos del estado desde la perspectiva de la sociedad y el derecho, con una
lucidez impresionante en uno de sus mejores textos: “Facticidad y validez”,
ensayo que cae como pedrada en ojo tuerto sobre lo que está sucediendo en
Colombia.
Este es un análisis de la A
la Z sobre la legitimidad de la democracia, que va más allá del derecho y los
actos simbólicos de la democracia. En el capítulo 8 y 9 habla de la política
deliberativa, aspecto consustancial de las democracias, que desde la intersubjetividad
reafirma y legitima la democracia por encima de las plataformas tradicionales
que la soportan: el sufragio, la soberanía, las teorías contractualistas, la
división de los poderes, la representación, para solo citar algunas, las cuales
son de absoluta importancia.
Habermas después de
reconocer la importancia de la norma, entra a desmenuzar eso que llama,
sociología de la democracia, que está por encima de la misma, de los soportes
aportados por la teoría del estado, del derecho, en todas sus manifestaciones,
en el texto establece: “Hasta aquí hemos venido sosteniendo a examen desde el
punto de vista del derecho una tensión entre facticidad y validez, que es
inminente al derecho mismo. En lo que sigue el tema será la relación externa
entre facticidad y validez, es decir la tensión que se da entre
auto-comprension normativa del estado de derecho, explicada en términos de
teoría del discurso y la facticidad social de los procesos políticos”. Ya
la relación entre poder y la autodeterminación de los ciudadanos actualmente se
articula de múltiples maneras y esta es una de las formas de expresión de la
democracia por fuera de los canales tradicionales que reafirma la
legitimación de la misma. La democracia, no solo se debe a la norma, ni a los
actos del estado, ni al discurso, ni a la administración, muy a pesar de la
importancia de cada uno de estos componentes, está por encima de estas
variables, descifrar desde el poder esta relación es de suma importancia. Aquí
entra el tema de las deliberaciones, entre otros, que se conecta con lo que
sucede en la Habana. La respuesta es que los diálogos, las deliberaciones con
la participación de la sociedad, sustentan la democracia por encima de los
poderes que la anteceden. Es una facultad que la legitima y la expresa. Los
Diálogos de la Habana, las reacciones que se producen, la documentación que
surge a propósito del tema, las discusiones adentro del escenario de los
acuerdos y por fuera, hacen parte legitima de esa otra parte del estado que
está por fuera de la normatividad y el derecho y que son parte de una realidad
social, por lo tanto, dentro del contexto teórico del filósofo Habermas
constituyen un marco a tener en cuenta por fuera de consideraciones legales,
que parecen des-legitimarlas, según los críticos consumados
del proceso. El tema es mucho más profundo de lo que imaginamos y da para
largo, pero está claro que la mirada al proceso no puede hacerse de manera
sesgada, los acuerdos de la Habana son parte de una realidad social paralela al
estado de derecho y están legitimados por los propósitos que persigue, no
solamente porque de ellos depende gran parte del futuro de la nación, sino porque
tienen la fuerza de decidir sobre gran parte de los temas que afectan a la
población colombiana.
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