La campaña presidencial está en la etapa final. Su
característica principal es la insustancialidad, la ausencia de debate, la
falta de respeto a un electorado que, en
todo caso no asume el papel que el momento le exige. Las encuestas parecen ser
lo único que importa y los escándalos producidos por los grupos de
investigación dé cada candidato, en una carrera atroz por la denuncia
maledicente, confirman diariamente la opacidad de la misma y la debilidad de
nuestra democracia que, pese a la gravedad del momento continúan en el camino
errado.
No hay debate porque no conviene a nadie, los mismos develarían las
debilidades de las propuestas que solo buscan manipular, ganar el voto de
cualquier manera, esto quiere decir, que la tarea principal es ocultar, el
mismo papel que cumple un maquillador, el sufragio se maneja con las leyes del
mercado y la sociedad de consumo, como un intercambio de intereses, basado en
el engaño.
Al presidente se le quiere mostrar por parte de la oposición
como un hombre débil e incapaz, al que le quedó el país grande, nunca se le
enfrenta con argumentos sólidos. Lo
propio hacen en la campaña del Doctor Santos, se ataca al Doctor Zuluaga,
sacando a flote su lado frágil, se le recuerda que es un simple testaferro del
Doctor Uribe, como sí no tuviera cualidades; a la izquierda no sólo se le
persigue brutalmente sino que se le ataca impunemente y en muchos casos se le
desconoce.
La campaña es un reflejo del país: desordenado, embaucador y
con una doble moral de aquí a Pekín. Nunca he ocultado mi voto por el Doctor
Santos y siempre he dicho que en otras circunstancias lo haría por la doctora
Clara López. Reconozco las graves
torpezas de la izquierda pese a tener afinidades ideológicas con la misma;
reconozco el pésimo candidato que es el doctor Peñaloza y el excelente
administrador público; pero soy consciente que a este marco electoral se le
contrapone una situación del país muy delicada: Hay un proyecto de estado
fascista en ciernes, un recrudecimiento de las Bacrim, una multiplicidad de
micro-poderes en plena anarquía y por encima de todo un estado que no asume el
papel que le corresponde.
Es imposible estar indiferente, lo necesario ha de ser posible,
votar es una acto de mucha importancia como para tomarlo a la ligera. Colombia
está en una verdadera encrucijada, sólo esperamos que se ejerza el sufragio con
absoluta independencia, lo demás vendrá como suele ser el destino de una patria
que ha sido inferior a los retos que la ha impuesto el destino y que ha sido
premiada por la naturaleza. Cada pueblo se merece los dirigentes que tiene,
esta es una verdad de puño. Espero despertar la conciencia de un electorado
absolutamente indiferente.
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