Sorprende que muy pocos
analistas se percaten del momento crucial que atraviesa Colombia. Varios hechos de suma importancia confluyen al
tiempo, los cuales definirán el futuro
del país indefectiblemente. Enumerémoslos: las conversaciones de Paz de la Habana, las elecciones presidenciales
del próximo año que por gracia de sus interlocutores, tiende a polarizar
social y políticamente la sociedad Colombiana; el proceso de resarcimiento derivado
de la aplicación de la ley de víctimas y la entrega de tierras; la definición de
la política agraria y por lo tanto la suerte de extensas zonas rurales y un
sector social importante; la consolidación de la minería cuyos alcances aun no
vislumbramos a cabalidad pero que son vitales para el futuro económico de la
nación; el manejo por parte del gobierno central del orden público que pretende
acabar con la intensa violencia producida por las bandas criminales, delincuencia común, cuya genealogía se deriva del narcotráfico, el
paramilitarismo y la propia penetración de la guerrilla en negocios variopintos en zonas urbanas, lo que implica no tener interlocutores definidos. Ninguno de
estos fenómenos dan alguna tregua. A esto se le agrega una crisis de los
partidos políticos, los cuales se han convertido sólo en empresas electorales y
la ausencia absoluta de líderes fuera del doctor Juan Manuel Santos y el ex presidente Alvaro Uribe que
dice mucho del momento político que vivimos.
Ninguno de estos temas es
menor. Empecemos por las conversaciones de la Habana. Difícilmente se repetirá
esta oportunidad, que en mi haber será la última, no es admisible que se
pretenda rotular cincuenta años de conflicto como terrorismo simplemente o sea tema electoral de coyuntura sin la
trascendencia que amerita por parte de los principales actores políticos
vigentes y la propia sociedad. Los temas
de inequidad, desplazamiento, violencia y desamparo de amplias zonas, la exclusión
política de grandes sectores de la población y grupos, el aniquilamiento de la
izquierda, el paramilitarismo con alianzas institucionales de ingrata recordación,
la muerte de sindicalistas, la penetración del narcotráfico en la política, son
parte de la mesa de negociación, así como de la participación de la FARC en
política, que debe darse en condiciones justas y seguras. Esta no es una
entrega, es una salida negociada al conflicto armado con el grupo de
insurgencia más viejo y grande del país. El presidente se la ha jugado toda en
esta materia, pero igualmente está claro que existe un amplio sector que está
en contra de la misma, que todos los días le pone palos a la rueda, está
haciendo todo lo posible por que fracase. Está descontado que este será el tema
de debate central en la próxima contienda electoral. Es preciso advertir que
está en juego la consolidación de la institucionalidad que se fortalecerá con el
mismo proceso de negociación o se debilitará peligrosamente y del mismo depende
mucho el desarrollo general del país. La paz es y será siempre un buen negocio.
O miremos las cifras en blanco y negro, cuanto gastamos en esta guerra
infructuosa y cruel.
Por ello es de suma transcendencia la aplicación de las leyes aprobadas en esta legislatura, que les permitirán
un resarcimiento a las víctimas producto de cincuenta años de conflicto, es una labor difícil e intrincada
por todo lo que implica el cabal cumplimiento de este mandato, pero constituye
el eje sobre el cual se sanarán heridas muy viejas. Se pisarán muchos cayos y
se le tocará al narcotráfico, el paramilitarismo y algunos políticos que
hicieron alianzas no santas con estos grupos, perderán sus joyas más valiosas,
muchas tierras servirán para devolvérsela a sus antiguos dueños y engrosaran
activos que le sirvan al país en esta tarea. En el fondo este tema de la tierra
tiene que ver con todo lo que hemos hecho desde el año 36 de siglo pasado en
materia de reforma agraria. El tema de la tierra nunca se ha podido solucionar
en el país. Todas las reformas aprobadas
han sido un fracaso total hasta ahora.
Es un hecho que el
presidente participará en los próximos comicios y que intentará ir al segundo
mandato. Es inevitable que participe en los próximos comicios. Las
conversaciones de la Habana aún no han terminado y de firmarse un acuerdo, se
vendría lo más importante, la aplicación de los temas de la agenda. Las
locomotoras que le darán el desarrollo al país aún no han arrancado, de hecho
su demora es sistemática, la agenda legislativa aprobada como parte de su plan
de gobierno está apenas en ciernes y el proyecto político del partido de la U, apenas se está
consolidando. Tal vez el segundo gobierno termine en una asamblea constituyente
o contrario sensu, en la aprobación de
muchas reformas legislativas que sustituyan este marco.
El congreso ha hecho una
tarea responsable en materia legislativa, le ha aprobado al ejecutivo cuantas
leyes haya presentado en el marco del proceso de paz y el plan de resarcimiento
de las víctimas del conflicto, así como las propias de su plan de gobierno. Ley
de Victimas, restitución de tierra, creación de zonas de reserva campesina,
reforma a las regalías, reforma fiscal, reforma al presupuesto, ley de vivienda, leyes sobre el primer empleo,
para solo citar algunas. En este mes se presentó la reforma al sistema nacional
de salud y se está reformando el código de procedimiento penal. El congreso se
encuentra a la espera de los resultados concretos de la agenda. Como quedarán
las fuerzas políticamente hablando del nuevo congreso, resulta tema de suma
importancia en esta materia.
La economía del país a
pesar del crecimiento de los últimos años aun no despeja su camino con
claridad. El gobierno ha centrado su plan de desarrollo en cuatro locomotoras
que aun no despegan. El sector minero ha sido quien más atrae inversión
extranjera y los ingresos de la nación en este sector específico han crecido en
un 14 % en los tres años anteriores. Como se ajusta a la legislación ambiental,
cuales son las medidas que protegerán nuestro hábitat y como el gobierno evitará que el narcotráfico
y las Bacrim penetren al sector, como lo han hecho en vastas zonas del país.
La agricultura y la
política rural nunca habían tenido tanta importancia como hoy. De no realizarse
el ajuste y las reformas pertinentes, no solo en lo social sino en lo
económico, tal vez nunca resucitará un sector que tiene una inercia emblemática
y cuyo desarrollo va en contravía de una política abierta de apertura y firmas
de tratados de libre comercio que la desprotegen de sobremanera.
Colombia se ha polarizado
en los últimos años, el discurso y la oposición del doctor Uribe, tienden a
radicalizar las posiciones, lo que no deja de ser muy peligroso en un país
proclive a la violencia. El momento es muy delicado y esperamos que el
presidente con el liderazgo que tiene logre llevar a buen término su agenda por
el bien del país. Lo que está claro es que vivimos un momento histórico.
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