El mundo clásico es un universo que estamos lejos de abarcar
en su totalidad. En él se encuentra todo
lo esencial del pensamiento occidental. Desde los principios generales de la
ciencia, la filosofía, hasta aquellos
tratados más sencillos e inteligentes sobre la existencia. Allí nació el
teatro, la tragedia, la democracia, los conceptos generales sobre lo divino y
lo humano. Muchas veces recurro a pensadores Griegos o Romanos para recordar
conceptos fundamentales que see olvidan en medio de los estertores de la vida,
que se nos va en sobrevivir.
“El arte de viví” de Epitecto es uno de ellos. ¿Cómo puedo
vivir una vida feliz, realizada? ¿Cómo puedo ser una persona buena? Responder a
estas dos preguntas fue la única pasión de Epícteto, el influyente filósofo
estoico nacido en la esclavitud cerca del año 55 d.C., en Hierápolis, Frigia,
en los extremos orientales del Imperio Romano”. Sus enseñanzas continúan teniendo
una vigencia absoluta. Es curioso en la red, cuando uno investiga al autor se
encuentra con conceptos repetidos, siempre entregados por autores diferentes.
Todos tomados de un prólogo de uno de sus traductores, muy lúcido: Sus
enseñanzas, cuando las despojamos de sus antiguos ornamentos culturales, poseen
una extraordinaria pertinencia para nuestra época. En ocasiones, su filosofía
suena como lo mejor de la psicología contemporánea, y algo como la “Oración de
la serenidad”, que recitan los alcohólicos y que caracteriza la etapa de la
recuperación: “Concédeme la serenidad de aceptar lo que no puedo cambiar, el
valor de cambiar lo que puedo cambiar y la sabiduría para conocer la
diferencia”, podría incluirse sin dificultad aquí”. En estos tiempos de
relajamiento moral, expresaba: “una vida feliz y una vida virtuosa son una y la
misma cosa. La felicidad y la realización personal son consecuencias naturales
de hacer lo correcto. A diferencia de muchos filósofos de su tiempo, a Epícteto
le preocupaba menos comprender el mundo, que identificar los pasos específicos
que conducen a la búsqueda de la excelencia moral”.
Cuando empezamos a releer el texto o nos acercarnos por
primera vez al mismo, no sorprende la claridad y como los problemas de la
existencia son los mismo desde siempre. El primer consejo: Distingue lo que
puedes controlar y lo que no puedes controlar. Las cosas que se encuentran
dentro de nuestras posibilidades se encuentran a nuestra disposición. Aquellas
que no, dependen de otros. Esta sentencia resulta absolutamente pertinente en
una sociedad, como la de hoy, donde el individuo está sometido a todo tipo de incidencias en las
que parece estar obligado a muchas cosas, casi todas superfluas, se le olvida que decidir o el estar o no estar en ciertas
situaciones depende absolutamente de su fuero. Vivimos en una sociedad de
consumo en medio de la revolución de las TIC, tecnologías de la información y
conocimiento que nos tiene conectados al mundo a través del teléfono, todos
los días nos crea necesidades que no tenemos. Dice Epítecto, limítate a tus
propios asuntos, a lo que te conciernen. Para el autor es básico reconocer las
apariencias por lo que son. Agrega, el deseo exige su propia satisfacción.
La aversión nos urge a evitar lo que nos repugna. El deseo y la aversión en
todo caso son hábitos y nos podemos entrenar a tener mejores hábitos. Es
preciso desear lo que controlamos.
Observa las cosas como son en realidad. Los sucesos ocurren
como son y las personas se comportan como son. Abramos las cosas como son
realmente; y así evitaremos los falsos apegos. La culpa es un tormento que no nos sirve para nada. Estar atados a ella, genera perturbaciones que afectan a nuestro ser interior. Lo más importante es la paz interior.
Lo que realmente nos atemoriza, lo que nos desconsuela no son
los acontecimientos sino lo que pensamos de ellos. No son las cosas que
perturban, sino su interpretación. Armonizar lo que hacemos
con la naturaleza debe ser nuestro máximo ideal. Esta sentencia, ahora que
hablamos de desarrollo sostenible, resulta un acierto, que paradójicamente tiene
más de dos mil años. Dice en uno de sus apartes. Crea tu propio merito no dependa de la admiración de los otros. El merito no depende de las comparaciones con aquellas personas que han logrado la excelencia, es pertinente crear nuestras propias metas. No olvidemos los verdaderos propósitos, la diversión y el entretenimiento no pueden hacernos olvidar de nuestros objetivos. Volver al pensamiento clásico es un bálsamo.
1 comentario:
Entren en https://sinexcusasgentedelatierraymasalla.blogspot.com/?m=1 no se arrepentirán
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