En los actuales momentos
Colombia vive una oportunidad histórica inigualable que le permitirá
redireccionar su camino: En lo social, económico, institucional, con la cual
tendremos un desarrollo humano mejor en todos los ámbitos de la vida, acorde
con todas las potencialidades del país, de una riqueza natural y humana inigualable.
Esta oportunidad nos ayudará a superar la brechas de inequidad, injusticia, corrupción,
concentración de la riqueza, falta de oportunidades, ausencia de pertenencia y
compromiso, que han sido el caldo de cultivo, entre muchas variables más, para
una violencia lacerante, que nos ha costado vidas humanas, desplazamiento y
atraso.
El acuerdo de la Habana con
el grupo armado de la FARC, es el principio de una política de inclusión que
constituye la oportunidad histórica más importante para reconocer nuestros
errores, implementar las políticas de reparación, crear los marcos de
reinserción, de restitución, de perdón y de no repetición, basados en el
respeto a la ley y los mecanismos de justicia transicional de manera rigurosa,
soportada en la bitácora acordada, que deberá ser refrendada por el pueblo
Colombiano con la participación política de todos los partidos y fuerzas vivas
del país, del sector productivo, de la academia, siempre en el compromiso
irrenunciable de respetar el camino señalado, de crear y aceptar una ética en
proporción a los objetivos propuestos.
Con este modelo de paz,
invitamos a todos los grupos armados y actores políticos que están por fuera de
la institucionalidad y que aún no han iniciado diálogos en la misma ruta, a
emprender el mismo camino, a integrarse a un proceso que deberá abarcar a la
totalidad del pueblo Colombiano.
La política, en el sentido
Aristotélico del término y el debate abierto constituyen los instrumentos más
idóneos para lograr la paz. No hay que temerle a las discusiones en torno al
proceso ni las divergencias y menos a los opositores del mismo. La discusión
debe hacerse acorde con el momento histórico que vivimos.
Cada palabra del acuerdo
está respalda por documentos históricos, análisis cuantitativos y cualitativos,
estudios rigurosos de la academia y los sectores gremiales, de las ONG. Si
hablamos de desplazamiento existen los documentos serios sobre el fenómeno, los
índices de las personas víctimas del mismo, el conocimiento de los victimarios,
las circunstancias históricas de los hechos, el atlas de la concentración de la
propiedad de la tierra, los instrumentos de reparación y restitución y los mecanismos
y las políticas de apoyo institucional a las personas cuando se produzcan las reparaciones.
Los mismo pasa con la justicia transicional, los proyectos que deberá aprobar
el congreso, los mecanismos de participación política. No estamos jugando a los
dados, estamos construyendo una nueva oportunidad, con equidad, justicia,
creando los marcos para no volver a caer en nuestros errores y desde la ley.
Los acuerdos firmados están
en la red, los documentos sobre cualquier tema de igual manera están
disponibles, las bitácoras por tema está
perfectamente señaladas, no hay un solo ápice de ocultamientos frente al
proceso. Podremos estar de acuerdo o no, lo que no debemos dejar de hacer, es
participar, salir al debate, menos dejar de sufragar en el plebiscito que se
propondrá de acuerdo a los lineamientos de la Corte Constitucional de Colombia.
Oportunidades como estas las tiene un país cada cincuenta años.
Participar desde el
conocimiento se hace necesario, el debate y las decisiones que tomemos
adquieren de esta manera una responsabilidad a partir de la lucidez, del compromiso
con un país que está pidiendo a gritos un cambio. Debemos cumplirle a una
generación nueva, que no tiene que heredar nuestros errores, la violencia
política, la delincuencia común rampante, la corrupción política, la exclusión
y la inequidad no pueden seguir imperando.
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