En la poesía se encuentra lo esencial
del lenguaje, lo más cercano al ser, que no siempre se expresa en palabras.
Freud tuvo la virtud de descifrar lo intrincado de la naturaleza humana
y lo absolutamente contradictoria, el hombre, cuando habla, encubre, el
inconsciente guarda más de lo que podemos imaginar, las palabras nos hacen
diferentes, son nuestra mayor riqueza y problema, aun así, cuando soñamos no lo
hacemos siempre con palabras, lo que significa que el conocimiento y la intuición
son anteriores al lenguaje, paradójicamente solo nos expresamos a través del
mismo en el mundo inteligible. Valery escribió
que la poesía radica exclusivamente “en la virtud encantadora del lenguaje”[1].
Este libro está hecho con la pasión irrenunciable
de quien entendió que solo a través de la poseía podría expresar todo la naturaleza humana, sus grandes interrogantes
y por lo tanto las visiones sobre la
vida, las relación con el otro y su entorno. Eso que denominamos con cierto racionalismo,
la filosofía de la vida.
He compartido con Elkin muchas
conversaciones sobre poesía en una amistad entrañable. Tal vez esto le quita a
este prólogo, que siempre sobran, parte de la objetividad. Justificar la vida en su que-hacer poético no
es fácil. En largas conversaciones, hemos concluido que su amor por el verso y
el lenguaje es su pasión, lo justifica, hecho que sirve de coartada para
justificar cualquier desencanto de los lectores con este texto, en todo caso
estos versos expresan la visión de un hombre sobre la vida en su inconmensurable
dimensión.
Me preguntó a propósito de este prologo
sí uno decide ser poeta, sí alguna vez Paz, Borges, Neruda, se anticiparon al
descubrimiento que definiría su vida, el hecho es que, solo las letras
justificarían su existencia, la pregunta es: Cómo descubrieron esta realidad. Siempre hay un momento, cuando uno siente el
llamado, siente el éxtasis, se conmueve, ante un verso, una recitación o una
lectura. Elkin con tan solo catorce años, al escuchar un verso, se sintió absolutamente
impactado, en ese instante empezó a leer todo lo que encontraba de poesía,
abrevo en el romancero español, en Quevedo, Gongora y en Jose Maria Peman, un excelso
sonetista, que lo deslumbraría y le daría muchas herramientas para su poesía,
quien marcará siempre su creación.
Pienso que el verso libre es lo mejor
que le ha pasado a la poesía y es en esta libertad que prevalecerá sobre la
prosa y cierta impostura del positivismo arraigado de estos tiempos, sobra
decir que en prosa igualmente se han escrito hermosos poemas. Reconozco el
encanto que le produce a Elkin, el soneto, el cuarteto, el poema endecasílabo,
adora en esta línea a Rubén Darío, todo el romancero español, los grandes
poetas de Antioquia Colombia. Esto no quiere decir que no abreve en otras
formas. Es un enamorado del Haiku y de aquellos poemas libres, que en pocas palabras
logran atrapar un universo.
Esa disyuntiva entre lo racional y lo
emocional, entre el pensar, en términos de esa metafísica del lenguaje
expresada por los filósofos griegos y, la emoción en la poesía, parece no
afectar a Elkin. Este hombre siente que la emoción marca la existencia en su
totalidad, el hombre es puro sentir, el lenguaje necesita de las herramientas de
la lógica, pero no debe dejarse engañar por sus imposturas, no puede olvidar su
naturaleza: Con una sonrisa para la alegría/ y una lagrima para el dolor/ ¡Ah!..y
también hay un hombre/que consuela en la desgracia/ y que gime con amor. Está
la vida/..Está el amor/ Todo está….todo…
Andrés Holguín, el gran crítico
colombiano fallecido hace muchos años escribía en uno de sus excelente ensayos,
tomando a Valery: “ Y sobre todo que la poesía parece ser, no esa laboriosa
tarea métrica, no esa técnica melódica, sino ese clima o esa atmosfera, más
vecina del sueño que del análisis, más próxima a la intuición que al cálculo,
más cercana al presentimiento que al razón, y que es siempre, un milagro
cambiante, oscuro, indescifrable y, como tal, imposible de reducir a fórmulas”.
Adelante agrega: “El racional y el poético.
Son dos visiones del universo. Quizá más orgullosa y optimista la primera; un
poco pesimista, pero seguro más humana la segunda”. Así lo entiende Elkin, por
ello su poesía es una interpretación de
la vida desde lo más profundo del ser solo a través de sus versos: Mi juventud
recorre cascadas de pensamientos/mi alma gime sola en las noches de soledad/ mi
acento, de voz un poco lánguida,/ se estremece a lo lejos como la triste
obscuridad…/!Que horror siento los velos/ que cubren tu celo angelical…!/ Cuando en noches calladas vislumbran los
luceros/ y ese aquel tu pelo que acaricie una tarde;/ ya no lo palpo…..Ya no
está…./.
A Elkin, las palabras le producen una
especie de deslumbramiento. Las estudia con una dedicación y un rigor inexplicable
en estos tiempos. Vive encantado por ello con la poesía del colombiano Leon De
Greif, quien manejó el idioma por fuera de todo lo conocido, redescubría palabras
absolutamente desconocidas para nosotros y creó versos inolvidables. Muchos de los versos contenidos en este libro,
sorprenderán por el uso de algunos términos poco comunes, están puestos con sabiduría,
pero siempre atendiendo a un ritmo, nunca están demás, corresponde a propósitos
bien claros del autor en favor de lo que quiere expresar: Como el cuarzo
hialino/ es su mirada./Transparente como el niño/es mi amada./Ella es una
gerifalte/En su accionar/como engalla el vate/Su poema de la mar./Le estorba el
garrulo/como el sueño./y en la amanecida./el aroma del enebro/La envicia/Así es
ella: Cecilia.
Refiriéndose a Porfirio Barba Jacob, en
los centros de la esfera William Ospina escribió: “Si un gran poeta es aquel
cuya obra puede encontrarse algo que nadie más tiene: Un tono, un acento, un
ritmo, algo que de no ser por sus obras jamás habría llegado a nosotros”. Este
libro, agrega al universo poético un aporte desde la trascendencia que implica
para un hombre vivir siempre auscultando la vida y el lenguaje a través de sus
versos. Se debe a su poesía y sus ojos se avivan cuando habla de ella. Sin
ninguna vanidad, pues sabe que solo los lectores le impondrán los juicios, que
en el caso de la poesía en buena fortuna, escapan a los estertores crueles del
mercado. Borges en el epilogo de su libro “El hacedor” escribió: “Un hombre se
propone la tarea de dibujar el mundo. A lo largo de los años puebla un espacio
con imagines de provincias, de montañas, de bahías, de naves, de islas, de
peces, de habitaciones, de instrumentos, de astros, de caballos y de personas.
Poco antes de morir, descubre que ese paciente laberinto de líneas, traza la
imagen de su cara”. Este libro, una antología de sus poemas, cincuenta años de
creación, constituye un trazo del itinerario poético diferente a todo lo que he
conocido. Espero sea del gusto de sus lectores.
2 comentarios:
Gracias, muchas gracias.
Felicitaciones Elkin, prometo leer tus versos...
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