Pese a la fase inercial en
que ha entrado la actual campaña para la presidencia, por la calidad de una
oposición dedicada a torpear la imagen
del presidente con golpes bajos y no con debates programáticos y
argumentos, en un momento histórico para
el país y cuando las cifras macro económicas hablan por sí solas de los logros
del ejecutivo: hemos recuperado la institucionalidad que estaba en manos de
funcionarios que las tenían al servicio de intereses personales, aumentó la
inversión extranjera a cifras nunca vistas, se tiene una inflación controlada, el desempleo llegó a niveles antes no vistos y los más importante, la ley, la
institucionalidad, volvió a ser el centro de todos los procesos y no los
caprichos personales del ejecutivo, la actual campaña presidencial entre en la fase mas importante.
A muchos de los miembros de
la oposición encabezada por los uribistas de pura de sangre, se les olvida que
los logros que dicen realizó el doctor Álvaro Uribe en sus años de gobierno,
fueron construidos bajo coautoria administrativa con sus errores y méritos, en el primer periodo, junto a Germán Vargas
Lleras y en el segundo de la mano del doctor Juan Manuel Santos. Por lo tanto sus aciertos también les
pertenecen y de hecho sus errores. Es cierto que este primer periodo le dio al país esperanzas, presentó logros importantes en seguridad, ganó respeto internacional y generó confianza. A partir de la consolidación del liderazgo del doctor Uribe se fue dando una metamorfosis muy peligrosa en la forma de ejercer el poder y a partir de actitud, muchos fueron los hechos penosos, por su estilo y terquedad, pues después del espectáculo nefasto de la aprobación de la
reelección para el segundo periodo donde se utilizó el poder de la peor manera,
con compra de parlamentarios, matoneo en el congreso, dádivas, hechos que son
materia de procesos penales muy delicados, se fue mostrando el talante de un presidente
excesivamente egocéntrico, como Luis XIV: “El estado soy yo”, me refiero al
doctor Uribe, se empezó a manejar el poder presidencial como si fuera un
mayordomo de finca, pues los ministros y funcionarios de su gabinete repetían
como loras sus caprichos, eran simple delegatarios sin autonomía, sólo cumplían con los delirios del poder presidencial,
después desde el poder se permitieron los peores atropellos, chuzaron a medio mundo,
compraron hasta la señora que le servía los tintos a los magistrados, presionaron indebidamente a los congresistas,
manipularon las cifras, se enfrentó a las estadísticas con falsos positivos de
un estamento militar amparado sólo en conseguir resultados sin ninguna
condición ética, que es lo más triste que nos ha pasado y por último se fue
reflejando el proyecto de un estado fascista del más peligroso talante. Muchas
cosas le debemos tal vez al doctor Uribe, pero con él se demostró que el poder
pervierte perversamente y que ninguna reelección es buena, ese debe ser el
primer acto del presidente Santos en el siguiente mandato: Desmontar la reelección
presidencial.
Para la tercera reelección,
la cual intentó aprobar el doctor Uribe con su acostumbrado manejo del poder,
los funcionarios más civilistas de su mandato decidieron salir de semejante despropósito,
pues en este ir y venir se empezaban a dar hechos que ponían en grave situación
a la institucionalidad total de nuestro sistema, que mal o bien funciona. El
presidente Uribe se quedó solo con sus seguidores de pura sangre, con sus José
Obdulios.
El doctor Santos llegó al
poder de la mano del Doctor Uribe, en
una jugada personal que está por descifrarse, que será producto de un análisis
en otra columna, conociendo perfectamente a su mentor. Desde el primer discurso
siendo candidato demostró que no sería testaferro del ex presidente y por lo
tanto el presidente una vez posesionado sería él, que además su proyecto era
para cumplir con las metas que se propuso a lo largo de toda su vida:
consolidar la democracia del país, darle estabilidad económica, respeto en el
extranjero por el manejo civilista de sus actos y generar la plataforma para
darle salida a los temas más importantes, estructurada, tanto desde lo
ideológico, como presupuestalmente y para lo cual deberá enrutar su plan de desarrollo, que es histórico, por los montos, los objetivos y el cambio que se traducirá en bienestar general en: Infraestructura, medio ambiente, minería, educación, desarrollo
local y participación ciudadana. Deberá estar acompañada por una agenda legislativa
inaplazable: Salud, reforma a la justicia, acceso a la educación, regulación
del desarrollo rural, legislación para la paz, entre muchos.
Escogeremos en las próximas
elecciones entre un país tropelero y caudillista que gravita alrededor de un solo hombre o las
políticas de continuidad de un presidente preocupado por consolidar las
instituciones, por lo tanto la democracia desde la ley.
El doctor Santos ha tenido
como es lógico desaciertos que, entre otras cosas, admite sin cortapisas y
corrige, pero ha decidido con absoluta firmeza jugársela por la paz a sabiendas del desgaste y la complejidad que
implica esta decisión. Esperamos no solo la reelección sino que se apruebe el
desmonte de la misma en el próximo cuatrenio. Por ahora votaremos con absoluta
convicción por el Doctor Santos y esperamos que las personas que estén pensando
lo mismo lo hagan público, con esto contribuiríamos a su elección y al sano
debate.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario