Este país está viviendo momentos muy
delicados, acrecentados por la elección presidencial, cuya votación fue el
domingo y favoreció al vicepresidente Maduro. Los factores son
múltiples y por una coyuntura excepcional: la muerte del caudillo, al caos
convergen personas del mundo político, económico y social de toda índole y
clase social, inferiores a todas luces, a las graves circunstancias que
rodean este maremágnum de hechos. El liderazgo ejercido por Maduro, de
parte del Chavismo exacerbado, el de la oposición de unidad en cabeza de
Henrique Capriles, no dan la talla, tienen polarizada la sociedad y es
apenas la punta del iceberg de una nación que ha padecido en los últimos cuatro
años, una desarticulación paulatina del estado, una recesión económica sin
precedentes, indicies de corrupción inimaginables y lo que es peor, un
problema descomunal de seguridad. Venezuela vive una dictadura con aparente
legalidad, pues a base de reformas en los últimos catorce años, ha venido
eliminando los principios mínimos de la democracia, los controles y contrapesos
del estado, que terminaron en una concentración absoluta del poder en el
ejecutivo. Hasta ahora, al Chavismo le ha quedado grande su
proyecto político, está en ciernes y ni siquiera hay un modelo inteligible.
El candidato Maduro tomó posesión el lunes en un
acto que eliminaba un ejercicio del poder por encima de la
institucionalidad, pues la constitución establece con claridad que al
presidente del congreso le correspondía asumir la presidencia con la
muerte del ejecutivo. La diferencia fue realmente muy pequeña y la oposición en
cabeza de Capriles pidió la revisión de los mismos apoyados en la ley
electoral. Esta situación terminó en una infinidad de declaraciones y
manifestaciones públicas de lado y lado que intensifican la polarización
del país. El martes en el cacerolazo convocado por la oposición, hubo siete
muertes. No fue la decisión más acertada esta convocatoria,
Venezuela no hay una clase política que sea capaz de superar esta caótica
situación con la altura y tesón que la misma requiere y menos manejar el modelo
de estado hibrido creado por el difunto presidente Chávez, donde todo
quedó a medio empezar, es ininteligible y el poder está atomizado para el
usufructo de sanguijuelas de todo tipo, cercanas al presidente Chaves y ahora a
Maduro.
Hoy el presidente ha sido reconocido por UNISUR, el
reto de sacar a Venezuela de la crisis realmente no le da más tiempo y
debe demostrar con hechos, que está preparado para manejar esta nación
rica en exceso, que ha despilfarrado su riqueza inexplicablemente, polarizada
al extremo y con una crisis sin precedentes. De cómo plantee su gobierno, con
quien decida gobernar y como supere sus problemas más graves, depende la paz y
el futuro de esta nación.
Es un hecho que la oposición no estaba preparada
para recibir el poder, por el infinito de personas encriptadas en los cuadros
de mando, por la crisis económica y social, por la infinidad de compromisos
adquiridos en 14 años de pésimo gobierno, que no sabemos en que terminarán, es
una especie de clientelismo inacabable. Henrique Capriles debe prepararse para
gobernar, debe hacerlo con absoluto rigor, no será fácil. Nadie puede negar que
la oposición no tiene garantía para su ejercicio.
Solo nos queda esperar como se irá resolviendo este
galimatías, que desborda nuestra capacidad de reacción. En todo caso
estaremos atentos y espero hacer un análisis completo respondiendo está
pregunta: Que está pasando con Venezuela.
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