La agenda de conversaciones
entre el Gobierno Colombiano y la FARC se mantiene en el mayor sigilo. Se está cumpliendo a cabalidad y por los
comunicados de prensa parece que hay acuerdos muy serios en materia de tierras,
que resulta ser el tema más delicado y una de las causas del conflicto en sus orígenes.
Para nadie es un misterio que este es uno de los temas fundamentales de la mesa.
Pecault, un analista de muchos quilates habla de la “desterritorialización del
conflicto, alega la supremacía de estos frente a los conflictos de
territorialización, establece que la lucha es sobre todo por el poder político
y militar y no tanto por consolidar territorios”. En otras palabras, por las
rutas para el tráfico de drogas, las vacunas y el control de la extorsión no
solo en zonas rurales sino en las centros urbanos, ósea por el empoderamiento
tanto de los grupos guerrilleros y de las organizaciones criminales. Según datos del
Instituto Geográfico Agustín Codazzi, el 43 por ciento de la tierra en Colombia
está en manos del 1,62 por ciento de propietarios. Esta cifra habla por sí solo
del problema de la concentración de la tierra en el país por fuera de cualquier
consideración ideológica. El Doctor De La Calle expresó este mes sobre el
estado de la negociación en este aspecto: “Hemos pasado de las aproximaciones a
los acuerdos alrededor de un proceso de desarrollo rural profundo", puntualizó
el jefe de la delegación del Gobierno”. Y agregó: "Sabemos que
estamos en un momento clave de los diálogos donde se requieren resultados, esto
es, acuerdos en el tema agrario que nos permitan continuar con la discusión de
los otros puntos de la agenda acordada”. Lo que subyace en medio de estas
conversaciones es la posición recalcitrante de sectores que insisten en la
salida armada y que han hecho hasta lo imposible para que fracase la negociación. Está negociación es una
radiografía del país, en ella se reflejan los radicalismos más extremos y la
tacita posición de grupos que insisten en que sigamos en esta guerra
infructuosa por razones múltiples y por su puesto de aquellos que apoyan la
negociación.
Vivimos una violencia descarnada,
atroz, generada por los grupos insurgentes, el narcotráfico, el
paramilitarismo, las Bacrim y la delincuencia común, que el gobierno ha decidió
enfrentar con toda decisión. Estos grupos al margen de la ley son conscientes
que, después de que se firme el acuerdo se intensificarán las acciones del gobierno
para erradicarlos de manera absoluta, lo que hace que sean reacios a los buenos
resultados en la Habana y de hecho le pondrán palos a la rueda de la paz.
El presidente se la ha jugado
en torno al tema de la paz, nadie discute esto. El congreso hasta la fecha lo
ha acompañado en todo lo que ha necesitado en material legislativa, pero esta
tendencia cambiará por razones apenas
obvias. El país político está en plena efervescencia, las elecciones están
cerca y de los resultados de las negociaciones de paz depende la re-elección
del presidente. La oposición está alineando sus filas y de
hecho alinderará algunos congresistas a sus listas. La política en Colombia aun depende de
varones, clientelismo y favores, estamos lejos de tener una sociedad educada en
esta materia y que participe democráticamente. Debemos promover una sociedad
educada en materia política, de ello depende que entremos a civilizar de una
vez por todas la relación entre gobernantes y gobernados. El tema no es menor.
De la participación consciente, educada y responsable de la sociedad civil en
la composición del gobierno, la clase dirigente y la consolidación de la
democracia depende mucho que logremos superar
en el país los graves problemas socio-económicos y de inequidad que nos
agobian. Nunca hemos tenido un desarrollo equitativo, esta es una verdad
irrefutable.
El país se mueve entre la
posmodernidad y la barbarie. Vivimos en auge tecnológico sin precedentes hay una explosión de
innovación a gran escala en el sector productivo, todo en medio de asesinatos a
granel, guerra entre pandillas, narcotráfico y disputas territoriales por bandas criminales. Nos
acostumbramos a vivir en medio de esta paradoja pero existe una verdad
flagrante: En estos momentos los diálogos de paz son fundamentales para
Colombia, desde estos acuerdos la plataforma para superar los problemas más álgidos quedará lista, sin ellos seguiremos a la deriva.
Que está pasando en la
Habana. El gobierno se ha mantenido en la posición de no modificar la agenda,
en no hablar del modelo de estado, en discutir una cambio a la composición de
la propiedad de la tierra en zonas vulnerables, de hecho hay varias leyes
aprobadas al respecto que le permiten al mismo tener herramientas: Ley de víctimas
y tierras, zonas de reserva campesina, procesos de devolución de amplias zonas
a sus antiguos dueños, incentivos sectoriales, apoyos a comunidades rurales y retorno de los
desplazados por la violencia. La FARC, insiste en una asamblea constituyente,
en la participación directa de su dirigencia en política, en la necesidad de
traer a la mesa a Simón Trinidad desde los Estados Unidos. Es muy difícil que
se conceda esta petición, pero quedó expuesta con toda claridad. En esta etapa
del proceso existen puntos de convergencia inimaginables en otros tiempos, esto
quiere decir, que pese a las dificultades el proceso avanza. Ayer un grupo de
congresistas demócratas americanos brindó un apoyo importante lo que es bueno
para el proceso.
La agenda va hasta noviembre
y la entrega de resultados parciales contribuirá a catalizar el objetivo marco
que permitió su apertura. Estaremos atentos a la negociación, sobra declarar el
apoyo irrestricto a la misma.