El presidente Juan Manuel Santos
de Colombia, que pasará a la historia por el acuerdo logrado con la FARC
después de 50 años de conflicto interno, el cual hasta la fecha era el grupo
guerrillero más grande del mundo, en diferentes este item los resultados dejan muchas dudas, no son tan negativos como suelen argüir sus críticos,
pero tan poco pasa en todas las materias como suelen defenderlo sus aúlicos, lo
que sí está claro es que debe asumir el proceso de implementación en del pos-conflicto con absoluta responsabilidad, pues existe una oposición de la derecha radical y recalcitrante
del país dispuesta torpearlo de cualquier manera, son los reaccionarios de
siempre, para utilizar un término Marxista anacrónico, pero perfecto
para describir el fenómeno que se viene en estos meses.
Son varios los factores que
obligan a tomar el tema con mucho rigor. La oposición utilizará todas las armas
posibles: inventará estadísticas, nunca reconocerá las victimas de 50 años de
guerra, que pasan los 6.000.000 millones, los 250.000 muertos, los desplazados,
los daños ecológicos….En fin, todos
aquellos índices que dejarán de incrementarse por el sólo hecho del acuerdo,
sino que harán énfasis en aquellos puntos en los que están en total desacuerdo, pese a
su importancia, la justicia transicional, la inclusión social de los
desmovilizados o aquellos que los afectan directamente, como la devolución de
tierras, el más delicado desde mi óptica, a esto se le suma la mentalidad
conservadora de este país, lo que hace necesario que el proceso siempre este en
cuidados intensivos por parte del ejecutivo.
Esta derecha encabezada por
el partido del Centro Democrático, no reconoce ni reconocerá la importancia del
acuerdo, lo que podría entenderse por sus ambiciones políticas, de hecho el
proceso de paz le ha servido para fortalecer su partido electoralmente, pese a
todas las mentiras y artimañas que utilizó para demeritarlo en una miopía política
que confirma su falta de sentido patriótico, para utilizar el mismo termino tan
manido de su líder. Las cifras de disminución de muertos, secuestrados, de
enfrentamientos y el sólo hecho que se desmovilicen 8500 combatientes
constituye un logro sin igual para Colombia. Ricardo Santamaria en el periódico
“El tiempo” de Colombia recordaba que el posconflicto no es nuevo: "El posconflicto
no es nuevo en Colombia ni en el mundo. En las tres últimas décadas, en los
cinco continentes, por acuerdo de paz negociado entre gobiernos e insurgentes,
por intervención de la comunidad internacional o porque una de las partes en
conflicto se impuso, se dieron o están en curso procesos de posconflico en
varios países. Algunos de ellos son: Angola, El Salvador, Fiyi, Filipinas,
Guatemala, Irlanda, Nepal, Nicaragua, República de Macedonia, Ruanda, Sri Lanka
y Sudáfrica”. También sintetiza por qué este es diferente a todos: “ pero
lo interesante del caso colombiano es que el proceso de paz en curso con la
guerrilla incorpora, además de elementos nuevos, todos o buena parte de los que
se dieron en otros países: verdad, reparación, reconocimiento de las víctimas,
justicia transicional, reformas constitucionales y políticas, proyectos y
reformas económicas y sociales, dejación de armas, reintegración a la vida
civil de excombatientes ilegales, cese del fuego, referendo, entre otros”. La agenda
del posconflicto está determinada por la ley que refrendo los acuerdos, el
mismo acuerdo y los instrumentos creados para su implementación por parte del
congreso. Los factores que lo hacen vulnerable van desde las mentiras de la
oposición hasta las fallas del propio ejecutivo en su falta de comunicación.
Esta ultima variable es de suma importancia. Fabio Lopez De La Roche en la
revista “Análisis político” explica: "Un
aspecto significativo en la evaluación de las democracias latinoamericanas se
relaciona hoy con la manera como los presidentes conciben la comunicación
gubernamental, los derechos de la oposición, y su relación en tanto gobiernos y
en tanto mandatarios, con los medios de comunicación y con el periodismo. En el
tipo de comunicación que construya un mandatario, hay elementos para valorar su
visión del poder, de la democracia, del pluralismo, y de los derechos
comunicativos de la oposición. Postularemos aquí que estos elementos son tan
importantes para la evaluación de la calidad democrática del sistema político y
de los gobiernos, como lo pueden ser la independencia del poder judicial, o del
Congreso frente al Ejecutivo, o la existencia de elecciones verdaderamente
competitivas”[1]. La
manera como se ha tergiversado el proceso, como se atacó con mentiras
garrafales y perversas, sumado a la debilidad del gobierno en materia de comunicación, una falencia
inexplicable, determinaran en gran parte
los resultados del pos-conflicto en los próximos meses. El gobierno debe preparar
sus baterías y crear una verdadera política fiable y certera en materia de
comunicación que cree un canal confiable entre el país nacional y la
importancia del proceso. Este es el mayor reto, relevar la importancia del pos-conflicto, la necesidad de cuidarlo para llevar al país a una nueva manera de hacer política, de convivencia y de progreso.
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