Ahora que he visto
posiciones tan radicales con respecto a lo que sucede en la Habana, me refiero
a los diálogos de Paz entre el gobierno Colombiano y la FARC, advertí que poco
se ha estudiado el problema lingüístico que antecede a la compleja realidad de
Colombia, el fundamento lingüístico, la
manera cómo vamos construyendo los conceptos esenciales, que son muy disímiles
y constituyen de antemano un obstáculo para la interpretación histórica del conflicto,
del acuerdo como tal, de los instrumentos legales para dirimirlo, del
extraordinario esfuerzo por una paz negociada.
Saussure padre del
estructuralismo nos enseñó que el estudio del lenguaje se hace desde el enfoque
pragmático. “Charles Morris quien en 1938 publicó "Fundamentos de la
Teoría de los signos" lo hizo con absoluta claridad. En esta obra se
intentan sentar las bases de una Teoría General de los signos y es lo que se ha
llamado semiótica”. “Para Morris una teoría de los signos debería de dar cuneta
por un lado de las relaciones de los signos entre sí (sintaxis) y con sus
referentes (semántica), aspectos ya estudiados por la lingüística. Y por otro
lado plantea algo nuevo, que la teoría de los signos debe de explicar las
relaciones de los signos con los hablantes y lo estudiaría se llamaría LA
PRAGMÁTICA (los signos significan no sólo perse sino por el significado
que la persona quiera darle)”.
Miremos solamente el término
conflicto armado. Para el partido del centro democrático en Colombia no hay
conflicto interno, visto como una confrontación política, armada, ideológica,
en torno a la óptica del tipo de sociedad y modelo político que los actores en contradicción aspiran a
lograr, que en el caso de la FARC, constituye el objetivo de su lucha armada, para ellos este es un grupo terrorista y la única salida según su óptica a esta situación de facto, es el sometimiento. El actual gobierno desde la institucionalidad, del poder instaurado, parte de la intensificación del modelo democrático que representa y de una solución negociada a partir del mismo. Esta negociación debe iniciar con consensos mínimos, algunas certezas e interpretaciones de base, que lógicamente tienen un sustrato histórico y político que
las visibiliza, estos consensos en principio son interpretaciones al conflicto, después se van nutriendo de muchos más con este mismo criterio. Se parte de una realidad, de un
pragmatismo, las consecuencias que el conflicto
le ha generado al país en términos de vidas humanas, de desplazamiento, de
victimas, de desarrollo humano, para solo citar una.
Para muchos la FARC
simplemente es un grupo terrorista y solo ven en el sometimiento la salida
legitima al problema de la insurgencia. Estar de acuerdo o no con esta posición no
es el objetivo de esta columna, es ver como las ópticas y el lenguaje antecede
a la discusión. Desde una pragmática otra es la realidad. En vastas zonas del
país, la FARC es un determinador social, con más de cincuenta años de
presencia, con un poder evidente y con posiciones ideológicas precisas, con
capacidad militar. Se indilga que este grupo es un cartel más de la droga,
habrá que preguntarse qué no ha sido tocado por el narcotráfico en Colombia: La
política, la iglesia, componentes del desarrollo importantes..En fin gran parte
de nuestra sociedad, lo digo no para justificar tal precedente, sino para
relevar las visiones y el peso lingüístico que antecede cualquier
interpretación.
Por esta vía hay verdaderas
aporías sobre la visión de los acuerdos, sobre su legitimidad y por su puesto
sobre las bondades del mismo. La paz es un bien supremo. Por lo menos en esto
estamos de acuerdo. Gerge Steiner en un
ensayo muy lúcido, llamado “Extraterritorialidad” expresa: “Cada lengua
cristaliza la historia intima, la cosmovisión especifica de un volk o nación”. El libro “Gramática y poder” de Malcom Deas y
el prologo del mismo hecho por López Michelsen, son un análisis de las
relaciones entre gramática y poder en Colombia, nuestros dirigentes en el siglo XIX antes de ser políticos, tenían que ser excelsos cultivadores del idioma. Tenían una conciencia del poder de las palabras. Ahora frente a la negociación de la Habana, cuál es el punto medio que nos
permitiría tener una discusión al menos, un dialogo constructivo frente a los
acuerdos, cuales son los determinantes históricos y lingüístico que reconocemos de base, de cara a su
solución. Hay radicalismos que no permiten ni siquiera un diálogo, una dialéctica.
Cuando uno recuerdo la lingüística
de Morris, en eso que llama la pragmática, entiende mucho de nuestras aporías.
Expresa este autor. “Aspectos que estudia la pragmática que condicionan el uso
del lenguaje”, en ellas, entre muchas, está
las condiciones sociales en que este suele estar imbricado en nuestra mente. Cuál
es el significado del conflicto para una persona de la ciudad, de Medellín o de
Bogotá, muy alejado de sus nefastas consecuencias en la vida rural, que optics
tiene. Cómo lo ve e interpreta cada generación. La juventud de hoy tiene una
visión muy limitada, no ha así una
persona de más de cuarenta años. El
problema no es fácil de resolver. Nuestra clase política, ideologiza, es lo
natural, la óptica de los diálogos, de los acuerdos y por lo tanto de la
historia que lo antecede, asume otro rol para esta clase.
Ferrajolli el gran
tratadista Italiano insiste, que hay que mirar el valor supremo de la paz y lo
que significa para entender lo que está en juego. No de otra manera. En primera
instancia, reconocer el glosario que nos permitirá ciertos consensos, sobre
todo cuando estamos cerca a la toma de decisiones tan importantes como la
refrendación de los acuerdos de la Habana vía plebiscito.
Este no es un tema nuevo, el valor del lenguaje en la construcción de una identidad constituye una variable de absoluta importancia, examinemos algunos referentes tomados del texto " Las palabras de la guerra" de la excelente socióloga Maria Tereza Uribe De Hincapie: "El propósito de este texto es el de examinar la incidencia de las palabras en la configuración de la nación Colombiana y en la conformación de sentidos de pertenencia e identidad de los sujetos sociales con un conglomerado humano que los precede y los sucede; la nación moderna es algo más que territorio, pueblo, religión, lengua, cultura e historia, colectivimante vivida; es ante todo, una comunidad política imaginada, formada a través de representaciones sociales muy complejas pero nucleadas en torno a una supuesta identidad de los miembros con el colectivo, que es precisamaente lo que le otorga cohesión, integración, permanencia, estabilidad y continuidad en el tiempo al grupo social, que se autodefine como nacional". Enfatiza esta autora en el mismo texto: " Si la acción política no puede escindirse de las acciones bélicas cuando se trata de guerras de la nación y por el estado, esto quería decir que las guerras por la nación no son mudas, son guerras con palabras, con relatos, con narraciones,con discursos y metáforas; con propósitos y proyectos explícitos que deben ser conocidos y acatados por el pueblo-nación en el intento por articular de manera orgánica a los objetos sociales con los grandes propósitos político-militares que se definirán por la vida armada. Esto quiere decir que las guerras civiles por la construcción de ordenes nacionalitarios y estados modernos, demandan justificaciones morales, exigen razones y explicaciones, requieren argumentos sobre la necesidad o utilidad de la misma, con el objeto de que las acciones trágicos tengan sentido y significación para la socio-nacionalidad o por lo menos para alguna parte de ella y asi poder distinguirlas de otras violencias sin justificación, sin sentido y dimensión pública".
Este no es un tema nuevo, el valor del lenguaje en la construcción de una identidad constituye una variable de absoluta importancia, examinemos algunos referentes tomados del texto " Las palabras de la guerra" de la excelente socióloga Maria Tereza Uribe De Hincapie: "El propósito de este texto es el de examinar la incidencia de las palabras en la configuración de la nación Colombiana y en la conformación de sentidos de pertenencia e identidad de los sujetos sociales con un conglomerado humano que los precede y los sucede; la nación moderna es algo más que territorio, pueblo, religión, lengua, cultura e historia, colectivimante vivida; es ante todo, una comunidad política imaginada, formada a través de representaciones sociales muy complejas pero nucleadas en torno a una supuesta identidad de los miembros con el colectivo, que es precisamaente lo que le otorga cohesión, integración, permanencia, estabilidad y continuidad en el tiempo al grupo social, que se autodefine como nacional". Enfatiza esta autora en el mismo texto: " Si la acción política no puede escindirse de las acciones bélicas cuando se trata de guerras de la nación y por el estado, esto quería decir que las guerras por la nación no son mudas, son guerras con palabras, con relatos, con narraciones,con discursos y metáforas; con propósitos y proyectos explícitos que deben ser conocidos y acatados por el pueblo-nación en el intento por articular de manera orgánica a los objetos sociales con los grandes propósitos político-militares que se definirán por la vida armada. Esto quiere decir que las guerras civiles por la construcción de ordenes nacionalitarios y estados modernos, demandan justificaciones morales, exigen razones y explicaciones, requieren argumentos sobre la necesidad o utilidad de la misma, con el objeto de que las acciones trágicos tengan sentido y significación para la socio-nacionalidad o por lo menos para alguna parte de ella y asi poder distinguirlas de otras violencias sin justificación, sin sentido y dimensión pública".
Lo que es evidente es que
no hay una compresión constructiva del momento que vive Colombia. No se le da
importancia a la circunstancia histórica que vivimos, ni siquiera nos ponemos de acuerdo sobre algunos referentes del lenguaje.
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