Este es el nuevo libro de Mario Vargas Llosa. Curiosamente
cuando me entere del mismo estaba leyendo “sables y utopías “de editorial Aguilar,
que es una recopilación de los mejores artículos de prensa publicados antes del
2009, el cual resulta ser un anticipo, en muchos de sus textos, a la defensa
que asume del liberalismo y al revelamiento
de su genealogía personal, una especie de autobiografía temática, escrito como es lógico desde
la posición de un liberal convencido. Toma
cuatro autores como marco de referencia: Adam Smith, José Ortega y Gasset,
Friedrich von Hayek, Karl Popper, Raymond Aron, Isaiah Berlin y Jean-François
Revel. En la antología publicada hace más de seis años, que se organizó por
temas, hay un capitulo especifico: “Defensa de la democracia y del liberalismo”
donde se encuentra gran parte del itinerario ontológico y personal del nuevo
libro, así como todas las implicaciones desde su evolución “Del marxismo y el
existencialismo a la revalorización de la democracia y el descubrimiento del
liberalismo”. A este significativo descubrimiento, le sumaria algunos capítulos
de su autobiografía “El pez en el agua” y a esa excelente antología de artículos
de juventud, producidos entre el 64 y 75 publicados por Seix Barral, en plena efervescencia
de la izquierda Latinoamérica, con la revolución Cubana triunfante, en el auge
de una generación de escritores latinos, conocida como el Boom, que difícilmente
se repetirá, marco que nos dan el verdadero periplo de este itinerario.
Hay una entrevista publicada por “El país” de España que da
ciertas claves, de ella tomare algunos apartes que resaltan la importancia de
este lúcido texto:
Le preguntan:
¿Por qué el pensamiento liberal es la diana de tantos
ataques? Ha
sido el blanco de las ideologías enemigas de la libertad, que con mucha
justicia ven en el liberalismo a su adversario más tenaz. Y eso lo he querido
explicar en el libro. El fascismo, el comunismo han atacado tremendamente al
liberalismo, sobre todo caricaturizándolo y asociándolo a los conservadores. En
sus primeras épocas el liberalismo fue asediado sobre todo por la derecha. Ahí están
las encíclicas papales, los ataques desde todos los púlpitos a una doctrina que
se consideraba enemiga de la religión, enemiga de los valores morales. Creo que
estos adversarios definen muy bien la estrecha relación que existe entre el
liberalismo y la democracia. La democracia ha avanzado y los derechos humanos
han sido reconocidos fundamentalmente gracias a los pensadores liberales.
Los autores que analiza tienen rasgos comunes, entre otros, que nadaron
contra corriente. Incluso dos libros de Hayek y Ortega estuvieron prohibidos.
¿Un liberal está condenado a ser un corredor de fondo solitario? El liberalismo no solo admite,
sino que estimula la divergencia. Reconoce que una sociedad está compuesta por
seres humanos muy distintos y que es importante preservarla así. Es la única
doctrina que acepta la posibilidad de error. Por eso insisto mucho: no es una
ideología; una ideología es una religión laica. El liberalismo defiende algunas
ideas básicas: la libertad, el individualismo, el rechazo del colectivismo, del
nacionalismo; es decir, de todas las ideologías o doctrinas que limitan o
cancelan la libertad en la vida social.
Quiero en este punto señalar varios aspectos
que es importante tener en cuenta. A Vargas Llosa en ciertos momentos, se le vio
como un hombre de derecha radical, muchos sectores intelectuales serios de Latinoamérica
no pasaron por alto la publicación de varios libros escritos en compañía de Montaner
y Plinio Apuleyo Mendoza: “Manual del perfecto idiota latinoamericano” entre
otros, que de alguna manera desconocían, según los críticos de estos manuales,
parte del saqueo y la historia de impunidad de occidente y los Estados Unidos
con estos pueblos. Era otra perspectiva, de acuerdo o no, pero generó unos alineamientos.
Me parece que este libro y del análisis genealógico y biográfico
de las posiciones y periplo intelectual de Vargas Llosa, esta defensa del liberalismo,
deja ver las tensiones de un demócrata entre el convulsionado mundo ideológico
y las conclusiones que llega, al final de un itinerario muy largo, como liberal
convencido. Es también una muestra tenaz de equivocaciones, de cambios de línea,
de la toma de decisiones en ciclos históricos muy marcados, de un intelectual a
carta cabal.
Hay una respuesta a una pregunta puntual en esta entrevista
que nos da muchas claridades:
“Su evolución desde el marxismo al liberalismo no es
infrecuente. De hecho, es la misma que siguieron algunos de los autores que
glosa, como Popper, Aron, Revel. ¿Conocer desde dentro el mecanismo totalitario
actúa como revulsivo? Mi
generación en América Latina despierta a la razón en un continente de
desigualdades monstruosas y dictaduras militares apoyadas por Estados Unidos.
Para un joven latinoamericano que tenía cierta inquietud era muy difícil no
rechazar esa especie de caricatura de democracia, con la excepción de Chile,
Uruguay y Costa Rica. Yo quise ser comunista, me parecía que el comunismo
representaba la antípoda de la dictadura militar, de la corrupción y sobre todo
de las desigualdades. Entonces entré en San Marcos, una universidad nacional y
popular, con la idea de que ahí debía de haber comunistas con los que
vincularme. Y efectivamente, me vinculé. Ahora bien, en ese tiempo el comunismo
en América Latina era el estalinismo puro y duro, con partidos subyugados a la
Komintern, a Moscú. A mí me defendieron del sectarismo Sartre y el
existencialismo. Yo tenía todo el tiempo discusiones en mi célula, y solo
milité un año. Pero seguí siendo socialista de una manera vaga, y eso lo
fortaleció la revolución cubana, que al principio parecía un socialismo
distinto, no dogmático. Me entusiasmó. En los sesenta viajé a Cuba cinco veces.
Y poquito a poco vino el desencanto, sobre todo a partir de la creación de las
UMAP [Unidades Militares de Ayuda a la Producción]. Hubo redadas contra jóvenes
que yo conocía, fue un trauma. Y me acuerdo de haber escrito una carta privada
a Fidel diciéndole que estaba desconcertado, que cómo Cuba, que parecía un
socialismo abierto y tolerante, podía meter en campos de concentración a
“gusanos” y homosexuales con criminales comunes. Fidel me invitó a mí y a una
docena de intelectuales a conversar con él. Estuvimos toda una noche, 12 horas,
de las ocho de la tarde a las ocho de la mañana, oyéndolo hablar, básicamente.
Fue muy impresionante, pero no muy convincente. Desde entonces empecé a tener
una actitud un poco recelosa. La ruptura definitiva vino con el caso
Padilla [el proceso contra el escritor Heberto Padilla, encarcelado en
1971 y obligado a una terrible autocrítica pública, que marcó el fin del idilio
de importantes intelectuales con el régimen cubano]. Tuve un proceso difícil,
más bien largo, de reivindicación de la democracia, y poco a poco de
acercamiento a la doctrina liberal, a base de lecturas. Y tuve la suerte de
vivir en Inglaterra los años de Margaret Thatcher.”
Como siempre sólo queda leer el texto, al que le dedicaremos
una reseña especifica.
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