A los errores del gobierno que, son muchos y han opacado sus aciertos, se suma el de una oposición radical y rastrera que en ocasiones pierde el norte y recurre a todo tipo de artimañas para desacreditar al presidente. Desde ataques personales hechas sin ninguna argumentación, cartas pidiéndole que confiese su adición de parte de periodistas que sobrepasaron su talante de informadores y ahora editorializan y además creen tener derecho a irrespetar el fuero privado de una persona, hasta parlamentarios quienes nada ven positivo y se limitan a rechazar sin ninguna análisis o lectura, todo lo que venga del ejecutivo.
Frente a todo este panorama sombrío el presidente y su cuerpo ministerial parecen estar al garete. La política de reinserción y paz total cada vez se enredan, no hay norte, ni claridad y menos una bitácora que nos permita esperar sus resultados con alguna calma. El orden público deja mucho que desear en todo el país y da la impresión que las fuerzas militares están limitadas por orden del ejecutivo. Todo en medio de una ausencia total de comunicación de parte de la casa de Nariño que dilucide semejante galimatías. Es cierto que hay una entrega de tierras y escrituras a un grueso de campesinos importante a lo largo de todo el territorio nacional, de igual manera estamos al portas de una pequeña reforma agraria con los instrumentos legales que hay para aplicar, políticas instrumentadas en los últimos años por varios gobiernos en este sentido. A esto se suma la politización de la justicia realizada con tanto fervor por el fiscal general de la nación. Los llamados oprobiosos y perversos del abogado De La Espriella a la guerra y la dictadura.
Hay que respetar la majestad presidencial y pensar que sí al presidente le va mal, le va mal al país. Los ministerios debían agotar con buenas políticas los dineros entregados para inversión por la última reforma tributaria, realmente no han hecho la tarea. En materia económica el desbalance entre la oferta y la demanda, la inflación que pese a bajar sigue siendo preocupante, las altas tasas de intereses y el déficit fiscal y en cuenta corriente, han sido manejados con guante de seda por este gobierno, pese a las criticas vehementes de sectores económicos y gremios.
No hay una oposición constructiva y el presidente no ayuda con su terquedad. No ha llamado a los alcaldes y gobernadores no afines al gobierno, fatal error en materia de construcción de gobierno. Es un hecho que el comisionado de paz no da la talla. Con una inversión tan alta en materia de educación deberíamos tener clara las políticas al respecto. Una radiografía total para el gobierno central generaría lo que debemos construir entre todos y cuales deberán ser los temas de concertación. No es con radicalismos y oposición visceral que este país sale adelante. Dónde están los lideres que apliquen correctivos a esta locura.
Hace ya un tiempo editorial "Planeta" publicó un texto extenso con todas las entrevistas hechas al gran pensador colombiano Estanislao Zuleta, no solo es una radiografía personal y profunda de su itinerario intelectual, de su pensamiento, que cubre muchos temas producto de sus lecturas y estudios, expuestos en la mayoría de los casos en un ejercicio oral connotado que, refleja su lucidez y la profundidad de conceptos sobre la literatura, el Marxismo, el psicoanálisis, la lectura, la democracia, la violencia colombiana, el arte, la criminología y por supuesto sobre hechos coyunturales de carácter nacional o internacional. Da gusto ver en vitrina de algunas librerías importantes del mundo su obra. Hablo de Buenos Aires, Lima Montevideo y Madrid. para solo citar algunas.
Cuando se lee a Zuleta sorprende por sus puntos de vista tan fuera del canon, absolutamente lúcidos y llenos de posibilidades, quiero decir, siempre son como puertas abiertas para una sana discusión intelectual. El prologo del texto es claro al respecto: "El discurso de Zuleta no se construye, como diría el credo positivista, en
la confrontación sin mediaciones entre un sujeto y un objeto, sino en
referencia crítica a la mediación de un tercer elemento: la exégesis de los
autores, el estudio de las situaciones humanas que la literatura ofrece, la
crítica del prejuicio, la revaloración de la tradición, el análisis de las
representaciones concretas de la vida cotidiana, las interpretaciones
consagradas en el sentido común, etc.".
El texto abre con un escrito de William Ospina (El arte de la conversación), quien conoció y estudio muy bien a Zuleta. Expresa el autor de entrada: "La sociedad moderna es víctima de la superstición de la escritura. Cree, a
diferencia de la remota antigüedad y de algunos hombres a lo largo del
tiempo, que la única perduración posible de un pensamiento está en que sea
escrito, ojalá lo más rigurosamente posible". Después establece con absoluta convicción: "Me llegan estas consideraciones pensando en el más hermoso e intenso
caso de magisterio verbal que hayamos presenciado: la vida de Estanislao
Zuleta, cuyo cuerpo entregamos a la tierra hace apenas tres semanas. Ya he
oído deplorar que su inmensa inteligencia se hubiera disgregado con sus
días, en exposiciones verbales, en conversaciones casuales, y carezca por
ello del rigor y de la firmeza de lo escrito". y a Renglón seguido concluye: "No sólo no comparto esas deploraciones. Más de una vez en vida suya
me pregunté por qué Estanislao prefería socráticamente hablar a escribir, y
me pregunté qué tan adecuada a la época y a la importancia de su labor
intelectual era esa actitud. Hoy sé que Estanislao tenía razón; y estos
primeros y dolorosos días de su ausencia ya me han enseñado algunas cosas
nuevas sobre él, porque quien ha sido un verdadero maestro no cesará de
enseñarnos, aunque su cuerpo pertenezca a la danza ciega de los elementos,
aunque su voz no sea ya más que uno de los insonoros cauces de nuestra
mente". Nada más cierto, lo confirman las transcripciones de sus conferencias y charlas.
Me encantó la primera entrevista con Luis Antonio Restrepo, un escritor, historiador y amigo suyo. Hablaban de sus charlas sobre "La montaña mágica" de Thomas Man. Luis Antonio le pregunta:
– Alguna vez dijiste que los libros y los pensadores que más
influyen en la vida son aquellos conocidos de los 20 a los 30 años...
Esto responde Zuleta:
Son los que yo más he amado. Por ejemplo, yo quiero mucho más "La Montaña Mágica" que "José y sus hermanos", a pesar de que sé bien que el
José es mejor que la primera. Lo que pasa es que La Montaña Mágica la leí
a los 16 años. Este libro me cambió, me presentó una nueva oportunidad de
vivir, y además me sacó de la escuela. Hizo mucho por mí. En cambio el
José lo leí más tardíamente y es sin duda mejor.
Hablando de "José y sus hermanos" Expresa: "Thomas Mann nos enseña que la historia no es
la maestra de la vida, más aún, que la historia puede ser una negación de la
vida, de lo que nos está ocurriendo, de lo que podemos amar u odiar aquí y
ahora. Hay una cosa que no se puede negar: que estamos viviendo ahora. Y
lo que Thomas Mann nos enseña en el José es eso".
También nos habla de la espera, de las esperanzas, José espera 14 años, nosotros lo hacemos toda la vida. Deseamos siempre que las cosas mejoren. Encontré muchos conceptos lucidos, "Cambiamos a Dios por la historia" y la razón. O esta: "La falta de una identidad es peor que la explotación o que la frustración
sexual. Marx habló de la explotación y Freud de la frustración. Pero hay
una cosa más grave: no hay nada más importante para el hombre que la
búsqueda de una identidad, de sentirse que él es él mismo. Eso se le escapa
siempre y siempre está en cuestión. A eso se debe la angustia, precisamente,
al hecho de que se es un ser carente de identidad" Quisiera mostrar su pensamiento general sobre "La montaña mágica":
– Como el Wilhem Meister de Goethe, La Montaña mágica es una
novela de la educación, que nos cuenta la historia de un hombre mediocre
que se vuelve un hombre lúcido. Hans Castorp descubrió, en un momento
dado, que su vida no era una vida individual, circunscrita a un ámbito
privado, porque lo que le estaba ocurriendo, en su búsqueda individual, era
en cierto modo una cosa que le ocurría a todo el mundo. Hans Castorp
descubrió que ninguna vida está desprovista de huellas, de condiciones, de
búsquedas, de cosas que no son personales. Descubrió que su vida no era
tan individual como él lo creía, que existía una vida general, mítica, que él
estaba metido en el mito". En esta entrevista hay una extensa disertación sobre la obra de Thomas Man. Importante abordarla en todo su extensión.
En el texto igualmente está la entrevista sobre Robert Musil, aconsejo leerla. Quiero comenta una cuyo titulo es: La ciudad del encuentro y la aventura. Realizada por Fernando Viviescas y Luis Antonio Restrepo. Miremos la primera pregunta:
FERNANDO VIVIESCAS.– El libro de Mario Arrubla, La infancia
legendaria de Ramiro Cruz, es una extraordinaria radiografía de lo que fue
el proceso de formación de las ciudades en Colombia en los sectores
barriales y de la manera cómo se fueron configurando las interrelaciones
personales en aquellos entornos. Su trama está localizada en Medellín,
pero bien podría ser en Cali o en cualquiera de las otras grandes ciudades
del país...
ESTANISLAO ZULETA.– Ya que mencionas este libro quisiera hacer
un comentario. Una vez escribí un artículo muy unilateral sobre él, pues era
un ensayo exclusivamente freudiano, y en realidad el libro da para mucho
más. Yo pensé que otros harían el resto, pero finalmente eso no ha ocurrido.
Hablemos, pues, un poco de lo que yo no digo en ese escrito.
Me parece que en el libro de Arrubla están constatados una serie de
fenómenos entre ellos uno que creo muy importante: la evolución de un
criterio campesino, de un criterio de familia patriarcal, hacia un criterio
lumpen. El autor radica su libro en un barrio de Medellín, vecino al
Cementerio por lo demás, que se volvió lumpen, y cuenta la historia de una
familia muy representativa. Al narrar en el libro la manera como allí se
hablaba, o se pensaba, se trasluce que hubo un gran cambio de un tipo de
moral propia de la familia patriarcal, a otro tipo de moral. Ya no se peleaba
en la forma como se hacía antes, a ver quién ganaba entre dos individuos
cuya confrontación tenía algo de caballeresco, o de gesta, sino a ver cómo
se destruía al otro. Va desapareciendo la creencia en valores. Se podría decir
que en ese libro hay una muerte del padre muy interesante de estudiar; yo la
tomé por el lado freudiano, pero si ahora la consideramos desde un punto de
vista un poco más marxista, paradójicamente, resultaría más visible. Ya no
hay un testigo ante quien ganar, ante quien quedar bien, ante quien ser
alguien que valga la pena; lo único que importa es ganar, sobrevivir y
obtener algo. Esta parte del libro, que no traté, me parece que tiene mucho
que ver con la formación de las condiciones que dieron origen a las
ciudades colombianas.
El desplazamiento producto de la violencia que creó extensos asentamientos urbanos es tratado con absoluta inteligencia por Zuleta.
Mire lo que responde a esta pregunta:
FV.– Desde otra perspectiva se podría sustentar que en el libro hay una
reflexión muy clara sobre la formación de una nueva agresividad o, mejor
aún, de la inevitabilidad de una forma agresiva de ganarse un espacio en la
urbe en ciernes, debido a las condiciones históricas del país en esos
momentos. En el libro se expone la forma que tomó el proceso de ocupación
espacial, o de relocalización poblacional: las migraciones, el alejamiento
del campo y el desarraigo implícito en el abandono de aquella forma de
vida; el problema de la conformación de una nueva relación de la
población con un nuevo espacio. ¿Hasta qué punto piensa Ud., ya
saliéndonos del libro, que todos estos procesos podrían haber sido
evitables?
EZ.– Bueno. Nosotros ahora tenemos que pensar en la ciudad en
términos un poco diferentes de como se podía pensar en siglos anteriores.
La ciudad es una forma de vida inevitable, no tenemos alternativa: ciudad o
no ciudad, no es el problema; sólo podemos reflexionar sobre qué tipo de
ciudad buscamos. En cambio, todavía en el siglo XIX, sobre todo en sus
comienzos, se pensaba en términos de alternativa. Hegel, por ejemplo,
cuando estuvo en París, le escribió unas cartas a la esposa en las que se
muestra aterrado de la ciudad, y le expresa la impresión de impersonalidad
que le da la multitud; se siente mal de estar en medio de una gente que
camina para todos los lados y que él no sabe quién es. Claro que él venía de
ciudades alemanas muy pequeñas. Engels también, en su estudio sobre la
clase obrera en Inglaterra, cuando describe a Londres, se siente aterrado
de cómo puede estar junta tanta gente que no se conoce. La ciudad parece
tener para los pensadores del siglo XIX algo de abismo, de perdición.
Baudelaire fue probablemente el que trató este problema más bellamente, y
como ya no le encuentra salida, lo trata como un problema de la condición
humana31
. Yo creo que nosotros ya no podemos ver la ciudad como ellos.
Por mucho que estimemos a los pensadores del siglo XIX que reflexionaron
sobre la ciudad ya no los podemos acompañar en la idea de que podría
haber una vida no ciudadana.
Frente al modelo de ciudad Griega y moderna, responde:
Z.-.– En el mundo griego la ciudad era una entidad ética. La ciudad era
algo que pertenecía al individuo y el individuo pertenecía a la ciudad y por
eso era necesario apoyarla. Para nosotros la ciudad no es una entidad ética;
es un refugio, una situación, un hecho. Por ese motivo en el mundo
moderno no se podría concebir un drama como Antígona de Sófocles.
Hegel decía, de una manera brillante, que drama no existe sino cuando
dos corrientes, ambas válidas, se hacen incompatibles. En Antígona los
derechos de la ciudad, que defiende Creonte, se enfrentan a los derechos de
la familia y del amor fraternal, que defiende Antígona. La situación se
convierte en un drama porque la ciudad es una entidad que para Antígona
misma es válida. Pero para nosotros la ciudad no es una entidad. Podemos
hacer banderolas en defensa de Medellín; pero no podemos asumirla como
una referencia de identidad. En el campo todo el mundo se conoce: el
terrateniente, el peón, el campesino; en la ciudad moderna nadie sabe quién
es.
Para los griegos en cambio la ciudad era una referencia de identidad.
Llamarse ateniense tenía un sentido identificatorio en un sentido que para
nosotros no tiene ninguna equivalencia. Nos hemos desplazado hacia las
ciudades y nos hemos acumulado allí; pero no nos reconocemos en ellas. La
ciudad, muy por el contrario, significa una pérdida de identidad, una
disolución en la masa, en la circulación, en el anonimato de los
apartamentos. Exactamente al contrario de los griegos, en la ciudad uno
pierde la identidad, se olvida quién es; en síntesis no se es de allí. Es
interesante observar la manera como se plasma esa diferenciación en la
literatura. La gran literatura moderna es la novela, pero sobre todo la novela
urbana. Los griegos, por su parte, hicieron una literatura inmensa; en la
epopeya tuvieron a Hesíodo y a Homero, hicieron un drama extraordinario,
pero no escribieron novelas (Dafnis y Cloe no es una excepción porque no
es una novela).
Los modernos hacen novelas porque la novela es la aventura; pero no en
un sentido cualquiera, sino como una aventura fundamental. El personaje de
la novela es alguien que no sabe quién es, ni quién puede llegar a ser, pues
todo puede depender de un encuentro. Si Ud. abre a Dostoievski, que es, a
mi juicio, el escritor de novela por excelencia, puede leer en El Idiota que el
encuentro de dos personas en un vagón de tercera de un ferrocarril puede
cambiar sus vidas33
. Raskolnikov puede llegar a ser un magnate o un
presidiario pero nada se sabe de antemano; hay que leer la obra para ver
cómo se desarrolla la situación34
. En este sentido hay que tener en cuenta
que en la literatura contemporánea nadie está definido por sus orígenes.
Igual cosa ocurre en la ciudad moderna. Todo está en cuestión. En la ciudad
antigua no era así. La literatura moderna es una literatura de ciudad.
Si Ud. lee por ejemplo Los Entremeses o Las novelas ejemplares de
Cervantes —que es muy moderno— encuentra que lo que lo pone
realmente en cuestión es Sevilla. La llegada del oro americano ha cambiado
por completo las relaciones: hay nuevos condes, que antes eran presidiarios,
que se enriquecieron porque fueron a América y trajeron oro; hay señoras
que eran prostitutas pero que se enamoraron de un bandido, enriquecido en
América, que cambió su destino. En la lengua castellana la ciudad se
inaugura como el espacio de la desidentificación, como el lugar donde todo
puede ocurrir. Cervantes —que es nuestro novelista padre— a pesar de que
tiene en mente a Sevilla, es un tipo muy internacional, muy raro y muy
despatriado. Pues bien, el mundo moderno es el mundo de la apatridad.
Esa también es la ciudad de Balzac. El París de Balzac es «un balde
lleno de arañas que se están destrozando entre sí». Cualquiera puede
resultar en el punto más alto o en el más bajo pero, mientras tanto, todos se
temen unos a otros. Una ciudad entendida así ya no puede ser un criterio de
identidad.
Lukács, en uno de los buenos libros que tiene35
, dijo algo que me gusta
mucho citar: la idea básica de la novela es la aventura. Por eso el crimen y
la locura son un tema tan frecuente en la novela. El héroe de la novela es el
asesino, el loco, el criminal, etc. porque a cada uno lo define una carencia.
En el orden de las relaciones humanas al loco le falta una patria para
pensar; al criminal le falta una patria para actuar; al perverso le falta una
patria para desear. Y la novela es la representación de una carencia
fundamental de patria, de la ciudad moderna que no es una patria como sí lo
era Atenas. La novela describe la falta de una patria para vivir o para pensar
en el orden de los valores y de las ideas, y la falta de una patria para actuar
y para amar. Y la falta de una patria es precisamente también el crimen y la
locura.
Aquí miramos con toda claridad la capacidad, cultura e inteligencia del pensador colombiano, su hondura y universalidad. En un articulo adicional seguiré comentando y presentando este excelente texto de entrevistas.