Los dos
últimos gobiernos han estado muy comprometidos con generar un marco legal en
pro de la equidad de género. Empecemos
por definir a qué llamamos políticas de género desde la ley. Se trata de
establecer el marco institucional y orientar las políticas y acciones por parte
del Gobierno para garantizar la equidad y la igualdad de oportunidades de las
mujeres, en los ámbitos público y privado. Se parte de la inequidad histórica
que se ha tenido con las mujeres, es abrumadora. Estaban marginada de casi
todas las actividades. Recordemos algunos ejemplos: El derecho al sufragio, el
derecho a ser propietarias, no tener acceso a la educación superior, en
Colombia fue López Pumarejo quien les permitió ser consideradas sin restricción
alguna en la universidad pública, estos son sólo algunos ejemplos de muchos. La
gramática ha sido la primera que refleja una discriminación absoluta. El hombre
desde el idioma se ha robado la mayoría de todos los roles, como si las mujeres
no existieran. La genealogía a la inequidad podríamos hacerla desde la
gramática.
Un documento
académico establece: Existe un uso sexista de la lengua en la expresión oral y
escrita (en las conversaciones informales y en los documentos oficiales) que
transmite y refuerza relaciones asimétricas, inequitativas y jerárquicas que
se dan entre los sexos en cada sociedad y que es utilizado en todos los ámbitos
de la misma”[1]. Categoriza este documento: “Una comunicación incluyente, no
sexista y libre de discriminación, a través del uso de un lenguaje visual, oral
y textual que demuestre la participación igualitaria de mujeres y hombres”.
Busca: “Resolver las dudas sobre el uso de una comunicación incluyente,
proponiendo diversas formas de expresarse con un lenguaje no discriminatorio,
así como con ideas para la creación de imágenes y audios libres de
discriminación y sexismo”. Debemos empezar por reformar el lenguaje, esta es la
primera tarea sería en términos de equidad.
La voluntad
de cambio del gobierno parte del reconocimiento del aporte que las mujeres
hacen a la producción y reproducción de nuestra sociedad, a su preparación, al
deseo de empoderarse, de ser protagonistas. Un documento del gobierno anterior
expresaba: “Las mujeres como sujetos sociales contribuyen al desarrollo del
país en todos los ámbitos, sin embargo, aún persisten diversas formas de
discriminación que aún las afectan y que impiden el ejercicio de sus derechos y
la ampliación de sus capacidades. Existe aún en el país una brecha considerable
entre el reconocimiento de derechos y el ejercicio de éstos para la mayoría de
mujeres, especialmente para aquellas que enfrentan situaciones de especial
vulnerabilidad o aquellas que evidencian la intersección de múltiples
discriminaciones, generándoles una afectación desproporcionada y una relación inequitativa”
[2].
La ley 823
del 2003 es la primera de varias en favor de la inequidad. Está ley se
fundamenta en el reconocimiento constitucional de la igualdad jurídica, real y
efectiva de derechos y oportunidades de mujeres y hombres, en el respeto de la
dignidad humana y en los principios consagrados en los acuerdos internacionales
sobre esta materia. La igualdad de oportunidades para las mujeres, y
especialmente para las niñas, es parte inalienable, imprescriptible e
indivisible de los derechos humanos y libertades fundamentales. La ley 1496 del
2011 que busca establecer la equidad en todos los actos del gobierno, desde los
nombramientos hasta los reconocimientos de derechos antes inexistentes, ley
1009 del 23 de enero del 2011 que creó el observatorio de asuntos de género. Se
me han podido pasar leyes y decretos con fuerza de ley, el hecho es que hay una
actitud de cambio que ha tenido efectos prácticos y resulta históricamente
importante, las cosas no serán como antes desde que se asumió este cambio
paradigmático.
Aun así, las
mujeres siguen siendo discriminadas, maltratadas y están lejos de tener un
trato igualitario. El segundo sexo empieza con esta elucidación: “Pero, en
primer lugar, ¿qué es una mujer? «Tota mulier in utero: es una matriz», dice
uno [TOTA MULIER EST IN UTERO: «Toda la mujer consiste en el útero». Para
indicar que la mujer está condicionada por su constitución biológica. Sin
embargo, hablando de ciertas mujeres, los conocedores decretan: «No son
mujeres», pese a que tengan útero como las otras. Todo el mundo está de acuerdo
en reconocer que en la especie humana hay hembras; constituyen hoy, como
antaño, la mitad, aproximadamente, de la Humanidad; y, sin embargo, se nos dice
que «la feminidad está en peligro»; se nos exhorta: «Sed mujeres, seguid siendo
mujeres, convertíos en mujeres.» Así, pues, todo ser humano hembra no es
necesariamente una mujer; tiene que participar de esa realidad misteriosa y amenazada
que es la feminidad. Esta feminidad ¿la secretan los ovarios? ¿O está fijada en
el fondo de un cielo platónico? ¿Basta el frou-frou de una falda para hacer que
descienda a la Tierra? Aunque ciertas mujeres se esfuerzan celosamente por
encarnarla, jamás se ha encontrado el modelo. Se la describe de buen grado en
términos vagos y espejeantes que parecen tomados del vocabulario de los
videntes”. Esta es la primera disertación seria, profunda sobre el derecho de
las mujeres, con amplias elucidaciones filosóficas sobre el tema. Judth Blutter
lo dice de manera más clara: Los términos que nos permiten ser reconocidos como
humanos son articulados socialmente y son variables. Y, en ocasiones, los
mismos términos que confieren la cualidad de «humanos a ciertos individuos son
aquellos que privan a otros de la posibilidad de conseguir dicho estatus,
produciendo así un diferencial entre lo humano y lo menos que humano".
Las mujeres
empiezan a situarse. Simone de Beauvoir expresaba en "Segundo sexo"
con cierta ironía, frente a la actitud de cambio: “Está claro que ninguna mujer
puede pretender sin mala fe situarse por encima de su sexo. Una conocida
escritora rehusó hace unos años permitir que su retrato apareciese en una serie
de fotografías consagradas precisamente a las mujeres escritoras: quería que se
la situase entre los hombres; más, para obtener ese privilegio, tuvo que
recurrir a la influencia de su marido. Las mujeres que afirman que son hombres,
no reclaman por ello menos miramientos y homenajes masculinos. Me acuerdo
también de aquella joven trotskista de pie en una tribuna, en medio de un mitin
borrascoso, que se aprestaba a dar un puñetazo sobre el tablero, a pesar de su
evidente fragilidad; ella negaba su debilidad femenina, pero lo hacía por amor
a un militante del cual se quería igual. La actitud de desafío en que se
crispan las americanas demuestra que están obsesionadas por el sentimiento de
su feminidad”.
En un país
donde todo nos llega tarde, este cambio es evidente y las mujeres cada día
ganan más espacios, gran parte de la sociedad joven las apoya y las leyes que
garantizan el cambio han venido apareciendo. Es un hecho, cada vez son más
visibles en todas las instancias, lo que es muy significativo.
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