El premio cervantes se ha
vuelto un referente de suma importancia para la literatura hispanoamericana y universal,
no solo por el rigor y la seriedad del mismo, sino por el avivamiento que
produce cuando se otorga, el autor escogido vuelve per se, a ser estudiado, leído y su obra pasa a primer
plano de la crítica especializada, se produce un reconocimiento y una vuelta a
su obra, que en el caso de Eduardo constituye una tarea imprescindible e
inaplazable en el marco de nuestras letras.
Eduardo es un escritor
valioso, con una obra de culto, su escritura es directa, una prosa en
apariencia sin mayores arabescos, lejos de cualquier barroquismo. “Nacido en
Barcelona en 1943, comenzó su carrera literaria con la publicación de 'La
verdad sobre el caso Savolta' en 1975, en una época en la que vivía en Estados
Unidos. Con esa primera novela, cuyo título se vio obligado a cambiar por la
censura, obtuvo el Premio de la Crítica. Su siguiente novela, 'El misterio de
la cripta embrujada', de 1979, es el comienzo de una pentalogía que mezcla la
parodia con el género policiaco protagonizada por un detective ingresado en un
manicomio. La serie ha sido un gran éxito de ventas, aunque la consagración
literaria de Mendoza llegó en 1986 con 'La ciudad de los prodigios', una obra
que muestra la evolución social y urbana de Barcelona entre las exposiciones
universales de 1929 y 1988. Ganador en 2010 del Premio Planeta con 'Riña de
gatos. Madrid 1936', Mendoza es colaborador habitual de el periódico “EL PAÍS”.
Su vida siempre ha estado
rodeada de un ambiente creativo, se crió en el mundo del teatro. Dejemos que el
mismo nos cuente: “En varias ocasiones he contado que mi padre había sido actor
en su juventud. Sin llegar a profesional, tampoco fue un actor aficionado.
Dejémoslo en un grado intermedio. No sé cuál habría sido su carrera si el país
y las circunstancias no le hubieran forzado a renunciar a lo que sin duda era
su vocación. Pero el teatro siguió siendo su pasión hasta el final de sus días.
Iba a ver todas las funciones que se hacían en Barcelona y desde que tuve uso
de razón me llevaba con él muy a menudo. No recuerdo a qué edad vi la primera
obra ni cuál era, pero guardo un recuerdo muy vivo del hecho en sí. A mi padre
nunca se le ocurrió llevarme a ver teatro infantil. En aquella época los niños
apenas teníamos un mundo propio y a ese reducido territorio mi padre, con muy
buen criterio, ni se acercaba. En cambio no le parecía mal llevarme a ver las
obras que a él le gustaban, que eran casi todas. En su etapa de actor había
hecho teatro de texto, con preferencia, teatro en verso. Los clásicos del Siglo
de Oro, por supuesto; el teatro romántico de Zorrilla, García Gutiérrez y el
Duque de Rivas; y también un teatro en verso contemporáneo, es decir, de
principios del siglo xx, algo residual, como el de Eduardo Marquina o los
hermanos Machado, o paródico, como La venganza de don Mendo, de
Muñoz Seca, que mi padre detestaba. Supongo que cultivaba un estilo
declamatorio que habría matado del susto a Stanislavski. Pero esto no le
impedía estar al corriente de las novedades e incluso de apreciarlas: le oí
hablar en términos elogiosos de Sartre y de Tennessee Williams, por citar dos
nombres, e incluso reconoció los méritos de Samuel Beckett, aunque le resultara
del todo ajeno. En este ambiente crecí. Entre mis lecturas abundaban las obras
de teatro, tanto clásico como moderno. No es de extrañar que también hiciera
mis pinitos en el teatro aficionado”[1].
“La verdad del caso savolta”
fue el principio de una obra extensa, valiosa y exitosa. “Su título original
era Los soldados de Cataluña, pero se vio obligado a cambiarlo
debido a problemas con la censura franquista. Esta ópera prima,
en la que se puede observar la capacidad de Mendoza en la utilización de
diferentes discursos y estilos narrativos, lo lanza a la fama. Considerada por
muchos como la precursora del cambio que daría la sociedad española y como la
primera novela de la transición democrática, la novela narra el panorama
de las luchas sindicales de principios del siglo XX, mostrando la realidad
social, cultural y económica de la Barcelona de la época. Apenas unos
meses después de su publicación muere Francisco Franco y al año
siguiente La verdad sobre el caso Savolta recibe el Premio
de la Crítica”. En adelante su obra se va fortaleciendo y renovándose, transita
siempre del género policiaco a el corpus de la novela tradicional, es
eminentemente urbana, describe las tensiones de una sociedad en transición, que
no cura aún sus heridas, mostrando lo más perverso de de la misma y por su
puesto la naturaleza humana desde un perspectiva muy escabrosa.
La primera obra que leí de
este autor fue “El misterio de la cripta embrujada”, desde esta lectura leo
todo lo que publica, sus columnas del “El país” de España y lo escucho en
algunos conversatorios en los que ha participado. En el prologo de “El
laberinto de las aceitunas” Fernando Marías sintetiza esta primer parte de su
obra con una definición certera: “Como en química y gastronomía, es muy fácil
reducir a simple definición el hallazgo brillante una vez se ha demostrado su
validez. El laberinto de las aceitunas —como su predecesora— no es una
excepción a esa regla, aunque su componente diferenciador lo agregara Mendoza
sobre una base preexistente que podríamos enunciar así: Novela negra
norteamericana + Transición-Democracia española”. Además
de contextualizarla en el marco de una generación de escritores muy valiosa: “En
los últimos años setenta y primeros ochenta, narradores natos como Manuel
Vázquez Montalbán, Juan Madrid o Andreu Martín dieron brío, personalidad propia
y razón de ser a esta fórmula con la creación de personajes y títulos
memorables. Pero su propuesta quería voluntariamente surgir de la venerada
fuente norteamericana, y asumía por ello, sin plantearse perturbarlos, todos
los fundamentos originales de lucidez triste, desencanto y oscuridad: Toni
Romano o los desesperados de Andreu Martín son personajes negros hiperclasicos,
marginales y trágicos que vagan por un mundo podrido donde no hay lugar ni
tiempo para la sonrisa”.
Nada más acertado este
premio, esperamos volver a leer a este gran escritor. Aquí les dejo el
discurso.
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