“La lucha contra el cambio
climático consiguió este sábado poner de acuerdo casi al mundo entero. Los
representantes de cerca de 200 países, reunidos en la Cumbre del Clima,
adoptaron el primer acuerdo global para atajar el calentamiento desencadenado
por el hombre con sus emisiones de gases de efecto invernadero”. En este hecho
converge por primera vez un mea culpa total que refleja la irresponsabilidad de
los países industrializados frente a la polución, pese a ser directos causantes de un fenómeno que
afecta a todo el mundo, con la diferencia que ellos, menos de diez países producen
el 75 % de la contaminación. “El pacto abre un camino, pero no es la meta, como
resaltaron los negociadores. Los esfuerzos que hay ahora sobre la mesa no son
suficientes para impedir que el aumento de la temperatura a final del siglo se
quede “muy por debajo de los dos grados”, el objetivo que persigue el pacto.
Todos los países firmantes deberán limitar sus emisiones, aunque los
desarrollados tendrán que hacer un mayor esfuerzo y movilizar 100.000 millones
de dólares anuales”. Se necesito que el efecto invernadero producido por las
emisiones de carbono llegara a extremos absolutamente peligrosos, para que el
primer mundo asumiera tomar partido en un tema que hasta ahora poco le
importaba. El acuerdo alcanzado este sábado en París —tras dos semanas de
reunión dentro de la cumbre y tras seis años de prolegómenos— es “el primer
acuerdo universal de la historia de las negociaciones climáticas”, recordó
François Hollande cuando presentó el texto final que luego fue aprobado. El
presidente francés recordó los atentados que sacudieron París hace un mes. Y
rogó a los representantes de los 195 países reunidos en la cumbre que apoyaran
el pacto, como finalmente ocurrió.
El acuerdo de París fija,
entre otros objetivos, elevar los “flujos financieros” para caminar hacia una
economía baja en emisiones de gases de efecto invernadero, cuya sobreacumulación
en la atmósfera por las actividades humanas ha desencadenado el cambio
climático. “Estamos mandando un mensaje clave al mercado global”, valoró este
sábado John Kerry, secretario de Estado de EE UU. “Movilizar la inversión”,
dijo, es fundamental para lograr una “transición a una economía limpia”. “Los
mercados ya tienen una señal clara”, remarcó el secretario general de la ONU,
Ban Ki-moon.
“Ante el fracaso hasta ahora
de los intentos por fijar metas obligatorias individuales a cada país —el
Protocolo de Kioto apostó por esa fórmula y solo logró cubrir el 11% de las
emisiones mundiales— ahora se le da la vuelta al proceso. Se pone una meta
obligatoria: que el aumento de la temperatura media en la Tierra se quede a
final de siglo “muy por debajo” de los dos grados respecto a los niveles
preindustriales e incluso intentar dejarlo en 1,5. Luego, cada país pone sobre
la mesa sus aportaciones voluntarias para reducir sus emisiones de gases de
efecto invernadero nacionales. Y lo hacen todos. 187 de los 195 países reunidos
en París han presentado ya sus programas nacionales. Todo el que firme y
ratifique el pacto —algo que ocurrirá a partir de la próxima primavera— deberá
aportar contribuciones con las limitaciones de gases. Pero el acuerdo de París,
que entrará en vigor en 2020, por sí solo no es suficiente para lograr el
objetivo de los dos grados. Según se reconoce en la “decisión”, la segunda
parte del texto, los programas de recorte que han presentado esos 187 Gobiernos
no bastan. “Se requerirá un esfuerzo mucho mayor”, se indica. Por eso se
establecen mecanismos de revisión al alza de los compromisos cada cinco años.
También, herramientas de transparencia, como los inventarios, para intentar que
el control sea lo más efectivo”.
Es indudable que al modelo
de desarrollo implementado por el hombre: un capitalismo voraz, destructor,
indiferente con el planeta, que depreda la naturaleza, le llego la hora para
crear políticas acordes con una convivencia sana, que reconozca la naturaleza
como su igual y que asuma con su conducta, responsabilidades frente a las
generaciones futuras que le permitan tener alguna esperanza de cambio.
El acuerdo nace del
desarrollo del convenio de las Naciones Unidas sobre cambio climático, que se
remonta a 1992. El mundo, en estas más de dos décadas, ha cambiado y aquel
documento ha quedado desfasado, fundamentalmente en los anexos, donde se
establecía el listado de países desarrollados que estaban obligados a reducir
sus emisiones. Veintitrés años después, los industrializados de los anexos solo
representan alrededor del 35% de las emisiones mundiales. Y China e India, que
están ya entre las cuatro economías más contaminantes del planeta, se quedaban
fuera de los Estados que deben asumir los mayores esfuerzos. Uno de los debates
más intensos que han puesto en riesgo este acuerdo ha sido precisamente este:
la persistencia o no aquella diferenciación. Finalmente, el acuerdo establece
que todos deben hacer planes de control de las emisiones. Pero a los
desarrollados se les fijan mayores exigencias. Por ejemplo, se establece que
ellos deberán “seguir encabezando los esfuerzos” en reducción de emisiones.
“Nos complace que el acuerdo diferencie las acciones”, dijo este sábado el
ministro de India Prakash Javadekar. “El acuerdo no es perfecto”, admitió Xie
Zhenhua, el representante sobre cambio climático de China. “Pero eso no nos ha
impedido dar un paso histórico”, añadió. Xie instó también a los países
desarrollados a que cumplan con sus obligaciones.
FONDO ANUAL
Entre esos deberes está
“movilizar” un fondo de 100.000 millones de dólares anuales a partir de 2020. A
partir de 2025, se revisará al alza. A este fondo también podrán aportar los
emergentes, aunque en su caso es una posibilidad “voluntaria”. El fondo anual
se destinará a que los Estados con menos recursos puedan adaptarse al cambio
climático; por ejemplo, con medidas de protección por el aumento del nivel del
mar. También servirán para que esos mismos países puedan crecer económicamente
pero con bajas emisiones de dióxido de carbono.
La negociación del acuerdo
ha recaído sobre las espaldas del ministro francés de Exteriores, Laurent Fabius.
“Es un martillo pequeño, pero hace mucho por la humanidad”, dijo tras dar el
golpe en la mesa por el que quedaba aprobado el pacto. Su premura no gustó a
Nicaragua, que protestó y dijo que no podía admitir el acuerdo porque, entre
otras cosas, supone impedir en el futuro la reclamación de indemnizaciones por
los daños causados por el calentamiento. Nicaragua es uno de los ocho países
que no ha presentado planes para limitar sus emisiones.
Sobra decir que cada uno de
nosotros tiene responsabilidades muy puntuales sobre el efecto invernadero,
infinidad de actos en nuestro entorno así lo comprueban, desde el simple
descuido al no apagar un bombillo cuando no se necesita, el uso de bolsas plásticas,
la relación irresponsable con los aparatos eléctricos, el abuso con los
celulares, el uso irresponsable de los automóviles, para solo citar algunos
casos, contribuyen seriamente con el fenómeno, es un deber inaplazable que a
mutuo propio asumamos un cambio en
nuestra manera de actuar con respecto a la contaminación ambiental, sino somos
capaces de hacer la tarea que podemos exigirle a los otros, el cambio es ahora,
inaplazable.
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